El desafio de la deuda corporativa de China

la economía china se ha desacelerado en los últimos años, pero sigue siendo un actor sólido que aporta aproximadamente un tercio del crecimiento económico total a nivel mundial. También se está volviendo más sustentable, en línea con el cambio en el modelo de crecimiento que se vino alejando de la inversión y las exportaciones hacia la demanda y los servicios domésticos. Previo a la inminente cumbre del G-20 en Hangzhou, China ha venido reclamando a viva voz nuevos compromisos con reformas estructurales a fin de estimular el crecimiento en las economías avanzadas y de mercados emergentes, pero enfrenta serios riesgos en casa: el crédito doméstico sigue expandiéndose a un ritmo insostenible y la deuda corporativa se acumula a niveles peligrosos. Según el informe anual sobre la economía china del FMI, publicado recientemente, el crédito crece cerca del doble de rápido que la producción, tanto en el sector privado no financiero como en el sector financiero en expansión e interconectado que sigue siendo opaco. Y si bien el crecimiento del crédito es alto en términos de estándares internacionales -indicador clave de una crisis potencial-, su capacidad para fomentar un mayor crecimiento está disminuyendo. Las señales de advertencia destellan y el Gobierno chino ya ha admitido el problema general. Pero para evitar una crisis, debería implementar de inmediato reformas integrales para abordar las causas originales del problema de la deuda corporativa. Estas incluyen restricciones presupuestarias blandas para empresas de propiedad del Estado (SOE por su sigla en inglés) y los gobiernos locales, garantías de deuda del Gobierno implícitas y explícitas, y excesiva toma de riesgo en el sector financiero, que se perpetuaron con objetivos de crecimiento oficiales insostenibles. El Gobierno chino tiene que, según palabras del premier Li Keqiang, “hundir el cuchillo sin piedad en las empresas zombi”. Esta matanza selectiva debería combinarse con una estrategia concreta para reestructurar a las firmas salvables, reconocer y asignar pérdidas de acreedores, ocuparse de los trabajadores desplazados y otros costos sociales, seguir abriendo los mercados del sector privado y aceptar la inevitabilidad de un menor crecimiento a corto plazo. China debería empezar por reestructurar las empresas inviables en sus regiones de más rápido crecimiento, donde a los trabajadores les costará menos encontrar nuevos empleos y donde es probable que las reformas no afecten el crecimiento. Los responsables de las políticas, entonces, pueden ser más selectivos cuando se trata de reestructurar en regiones y ciudades de crecimiento más lento, donde una sola empresa domina la economía local. El costo del desempleo estructural y de la reasignación de trabajadores se puede mitigar con una red de seguridad social fuerte que incluya fondos para una redistribución dirigida de la mano de obra, para que los trabajadores puedan recuperarse pronto. Esta estrategia mostraría el compromiso por parte del Gobierno con quienes corren el riesgo de un desplazamiento. A su favor, China ya ha hecho algunos esfuerzos para solucionar su problema de deuda y comenzar el proceso de desapalancamiento. Los costos de las potenciales pérdidas por préstamos corporativos -estimados en 7 % del PIB según último Informe de Estabilidad Financiera Global del FMI- son manejables y el Gobierno mantiene resguardos altos. La pregunta es si China logrará un desapalancamiento suficiente antes de que estos se agoten

Project Syndicate