La agitacion permanente

Otro de los aniversarios que se cumplen este año es el de la Revolución de Mayo de 1968, que quedó consagrada para consumo de las generaciones presentes y venideras como el clímax de la protesta de jóvenes contra la forma de vida de las sociedades desarrolladas europeas y estadounidenses de la época: “¡Prohibido prohibir!”. Las barricadas, los enfrentamientos, los muertos, heridos y detenidos, pero sobre todo el clima de agitación permanente, parecían augurar la inminencia de un apocalipsis revolucionario. Sartre, envejecido y casi ciego salió a protestar entre los brazos de los jóvenes; su aparición fue más una despedida.

Cincuenta años después de la Revolución de mayo, una de las lecciones más claras que se desprenden, después de tanto sobresalto e inestabilidad a escala mundial, que se han vuelto rutinarios de nuestra vida, es que la agitación permanente no presagia nada. Ni señala, como antes creían los antiguos a propósito de los signos en el cielo, el comienzo dramático de una nueva época.

Para algunos analistas, la Revolución de Mayo era el anuncio de próximas subversiones a nivel occidental y global. Los izquierdistas ortodoxos de entonces levantaron su protesta: ¿cómo era posible pensar en una revolución que no tuviese como sujeto al proletariado y a su vanguardia el partido? Los libros de Herbert Marcuse, un viejo filósofo alemán radicado en EE. UU. se volvieron “best-seller”. Para entender la actualidad contemporánea había que leer también a Freud.

Lo que nadie se imaginaba, ni aun los mayores críticos de la Revolución de Mayo, que por supuesto no inauguró ningún acontecimiento, fue que otra vez, en los años ochenta y noventa, sobrevendría un retorno al orden establecido. Fueron años felices que con razón sirvieron para dar confirmación al famoso concepto del viejo Hegel de que había llegado “el fin de la historia”, es decir que, realizado un modelo político a nivel conceptual e histórico, en este caso la democracia, no habrá nada nuevo históricamente hablando, solo sus perversiones, como hoy ocurre en Venezuela o por décadas en Cuba.