Algunos pescadores no hicieron caso de la advertencia de las autoridades marítimas y unos cien metros mar adentro quedaron con las naves viradas y a punto de morir ahogados por las olas que superaron los tres metros de altura.

Andy Yagual, con apenas 16 años sabía que había que hacer algo, sin pensarlo dos veces se lanzó al agua, nadó, como los hacen los campeones del mundo, pero con la diferencia que eran aguas agitadas por la furia del mar. Su su frágil cuerpo era elevado por las olas, pero si no salvaba la panga, quizás no habría comida al siguiente día.

Dos marinos con sus salvavidas en el cuello veían la escena. Andy no era como ellos, duchos en teoría y práctica en rescate, El adolescente era casi un niño cuando aprendió a nadar en la escuela de la vida donde estudian solamente los hijos de los pescadores, en clases de madrugada y noche en medio del frío escribiendo con el remo las lecciones en el mar.

Ayer el chico pasó la prueba de lo aprendido.

Tras una ahora de lucha la embarcación llegó a tierra jalada por cabos que una veintena de pescadores le lanzó.

Como si nada, Andy se embarcó en su bicicleta y se fue. Teresa Mero, su dueña debía 7.000 dólares del motor, y había que salvarlo.

Hasta la tarde del lunes 20 de junio los pescadores tenían prohibido por la Marina salir de pesca por las agitadas olas. (NM)