En el apacible barrio El Pinar Alto, al noroccidente de la ciudad, el Teatro Victoria ha iniciado un ciclo de tres obras escritas por el autor irlandés Oscar Wilde. El primer montaje fue de ‘La Importancia de Llamarse Ernesto’, con ocho funciones que tuvieron a un elenco de diez actores y a Bimbo, un perro que habita el lugar junto con Esperancita, su compañera.

“En ese texto de Wilde, los personajes se cambian de nombre, bromean, se burlan”, cuenta el director escénico Juan Pablo Acosta. Hace diez años, este dramaturgo de la Escuela Integral de Formación de Artistas (EIFA) integró al libreto original en que el nombre Algernon es el de un perro.

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Así fue que Bimbo, que había conocido las tablas desde cachorro, se integró al elenco, apareciendo en escena por primera vez el pasado 7 de septiembre y continuó con su rutina: acompañar al público, a veces desde su propia butaca e incluso recibir los aplausos cuando se cierra el telón.

Iván Acosta interpretó al reverendo canónigo Chasuble, un personaje cómico de Ernesto... y ahora está estudiando su personaje para ‘El Fantasma de Cantervile’, que montarán el próximo sábado 7 de octubre, con 15 intérpretes, incluido el coro que merodeará por el teatro sobre la música original de Darwin Zambrano. También usarán fragmentos de piezas como ‘El vuelo del abejorro’ de Rimski-Kórsakov, la ‘Danza húngara No. 5’ de Brahms o el ‘Waltz No. 2’ de Shostakóvich.

Iván también está trabajando en la composición de música original para ‘El Retrato de Dorian Gray’, que se podrá ver entre los días 2 y 19 de noviembre. Seis actores y un quinteto de cuerdas intervendrán en la obra que concluirá la trilogía.

En los que se diferencia de otras propuestas teatrales este espacio, es que al elenco le gusta retomar los clásicos, y es el único sitio en Quito que lo hace de manera sostenida.

“La idea es mostrar que se puede hacer arte de calidad internacional gracias al trabajo de nuestros docentes, actores y alumnos”, coinciden ambos artistas.

Al público en Quito le costó retomar las salas luego de pandemia y del aislamiento. Hay lugares que tuvieron que cerrar, como El Telón de Aquiles, en Tumbaco.

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“La sala casi desaparece en nuestro caso”, confiesa Juan Pablo Acosta. El radio teatro (obras enviadas a través de WhatsApp) fue uno de los recursos por los que optó la EIFA. “La ciudad debe cuidar como si fueran oro los espacios escénicos que le quedan”, insiste.

El público en el Teatro Victoria suele ser de adultos en su mayoría, aunque haya intérpretes cada vez más jóvenes. Cuando, hace dos meses, montaron ‘Orgullo y prejuicio’ -basada en la novela de Jane Austen- contaron con una actriz de 15 años y para Ernesto... pusieron a actuar a otra joven intérprete, de 19 años. En el libro de visitas, destaca el director, hay quien ha confesado que fue su primera vez en visitar un teatro.

El próximo año retomarán ‘Como agua para Chocolate’ -de Laura Esquivel- y el director trabaja en una adaptación de Tomates Verdes Fritos -del libro de Fannie Flagg- que también llegó al cine. “Adquirimos los derechos del ‘Beso de la Mujer Araña’ (Manuel Puig)”, cuenta.

Una sede para seguir creciendo

En julio, el teatro y la academia EIFA dejaron su sede en el sector de la González Suárez para trasladarse cerca del parque del Pinar Alto. Acosta explica que el espacio les estaba quedando chico, pues solo podían ubicar a 40 personas. El aforo del nuevo teatro es de 130 espectadores y además, es ‘pet friendly’, por lo que los asistentes pueden ir con sus mascotas. Así mismo, la librería Bookish ofrece sus productos al cierre de cada función. 

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