Un estruendo aterrador rompió la quietud de la madrugada del viernes 19 de abril en el barrio Santa Teresita de Conocoto Alto, al suroriente de Quito. Las intensas lluvias, que azotaban la zona desde la noche anterior, habían convertido la ladera en un torrente de lodo y material rocoso que se precipitó hacia las viviendas, poniendo en riesgo la vida de sus habitantes.

Los vecinos, alarmados se activaron y desde las 06:00 empezaron a limpiar las calles con palas en mano, se lanzaron a la tarea de contener el alud y proteger sus hogares. Algunos se adentraron en la corriente de lodo para retirar piedras y troncos con sus propias manos.

Viviana Ganoluisa y su familia fueron las víctimas más directas de la tragedia. El torrente de lodo y troncos irrumpió en su vivienda, dejando un rastro de destrucción a su paso. El corral quedó devastado y una peligrosa grieta se formó en la pared, amenazando con derrumbar la casa. Sin embargo, gracias a la rápida acción de su esposo, quien la despertó y la ayudó a escapar con su bebé en brazos, Viviana y su familia pudieron evitar una desgracia mayor.

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La familia Ganoluisa se refugió en la casa de un vecino. Al regresar a su hogar, la magnitud del daño los golpeó con fuerza. La pared, aunque resistió el impacto inicial, había quedado debilitada, haciendo que la vivienda fuera inhabitable.

Mercedes Pilalumbo, madre de Viviana, llegó desde el barrio Lucha de Los Pobres, sur de la ciudad para ayudarlos a sacar sus pertenencias y brindarles apoyo, aunque no pudo contener las lágrimas al ver todo el desastre y a sus gallinas cubiertas de lodo.

Jessica Pillajo, otra residente del barrio, también vive con el temor constante de un nuevo deslizamiento. Su casa de ladrillo y eternit, ubicada a pocos metros de la de Viviana, está rodeada de árboles y se encuentra en una zona vulnerable. Ella recuerda que durante una emergencia anterior, las autoridades la evacuaron y la ubicaron en la casa barrial, pero nunca le proporcionaron una solución definitiva. Un año después, ella y su familia se vieron obligadas a regresar a su precaria vivienda, exponiéndose nuevamente al riesgo.

Zoila Pillajo dice que no es la primera vez, su zona es considerada en riesgo por los deslizamientos que se producen en la zona. Vive alrededor de 20 años y siente temor que exista una tragedia peor. “Si llega a pasar un deslizamiento más fuerte puede afectar a las 500 personas que viven en la zona”.

Los vecinos comentan que las autoridades que han llegado a la zona solo han realizado inspecciones pero no han dado una solución.

Elías Pinchao, presidente del barrio, explicó que la quebrada que canaliza el agua hacia el río Pita-Tambo se vio sobrecargada por los sedimentos y las fuertes lluvias, lo que provocó el alud. Hace dos años, se realizó el mantenimiento del canal y desde ahí no hubo una limpieza preventiva. Pinchao solicita que se realicen revisiones y limpiezas periódicas para evitar que tragedias como esta se repitan.

La familia Ganoluisa fue evacuada a una casa de acogida, mientras que personal del Cuerpo de Bomberos, Epmaps, Epmmop y Emseguridad trabaja arduamente en la limpieza de vías y el retiro del material del canal y colectores.

El Centro de Operaciones de Emergencia Metropolitano (COE-M) está evaluando 16 viviendas y coordinando la asistencia humanitaria para brindar apoyo a las familias afectadas.  Según información del Municipio ocho familias fueron evacuadas hasta la casa barrial, recibieron alimentos calientes y raciones . 

La Secretaría de Inclusión y Salud, en coordinación con su equipo, brindó apoyo emocional y atención médica a los damnificados. Asimismo, la Unidad de Bienestar Animal acudió al lugar para atender a los animales afectados por el deslizamiento, los cuales habían quedado cubiertos de lodo.

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