Columnas

El autoritarismo de los otros

"Lo único que a la izquierda promotora del voto nulo ideológico parece no gustarle del proyecto autoritario del correísmo es que no es el suyo"

Imagen P09 AUTORITARISMO
"que pase en el Ecuador el desastre que tenga que pasar, ellos no se harán cargo de nada".Adrián Peñaherrera

Ya que el voto nulo se planteó desde un principio en las izquierdas como un tema de pureza ideológica, era cuestión de tiempo hasta que se convirtiera en un asunto de superioridad moral. Desde las alturas en que sus promotores se encuentran resulta que Andrés Arauz y Guillermo Lasso se ven iguales. Cuán alto estarán: el autoritarismo nacionalista y la institucionalidad democrática, iguales. Más aún: son uno solo. Un monstruo de dos cabezas: el monstruo de la vieja política. Frente a él, la única alternativa decente es, obviamente, la suya. He ahí la última gracia delirante de la novísima teoría política de los puros de espíritu: la auténtica contienda de estas elecciones, dicen, es la que libran ellos, los del voto nulo, contra el monstruo bicéfalo, es decir, contra todos los demás.

Perderán, claro, bien lo saben y se adelantan a declararlo. Pero se sentirán satisfechos si el porcentaje de votos nulos crece a costillas de las dos candidaturas y alcanza un porcentaje algo mayor que el de toda la vida. ¿Y luego? Ya se sentarán a elaborar la teoría que mejor se acomode a las nuevas circunstancias para demostrar sesudamente cómo se le ha restado legitimidad al nuevo gobierno. Al fin y al cabo, en eso consiste la política, ¿no? En elaborar sesudos discursos, basta con que suenen coherentes. Ternuritas.

Así con los promotores del voto nulo. ¿Alguien quisiera verlos en el poder? ¡Un momento! ¡Ya estuvieron! Llegaron en 2007 con Pachakutik, el Frente Popular y otros movimientos y ayudaron a construir este tinglado autoritario. Pasaron por Montecristi, pusieron su grano de arena en el diseño del modelo hiperpresidencialista que algunos siguen defendiendo, con CPCCS incluido, y se tragaron varias ruedas de molino, de Dayuma para abajo. Luego se fueron, en muchos casos por un problema de reparto, sacudiéndose el polvo de los zapatos y como si no fuera con ellos. No asumieron un ápice de responsabilidad en el desastre que contribuyeron a crear. No extraña que ahora no encuentren diferencias entre Arauz y Lasso.

Cuando uno no tiene más remedio que ser oposición, la pregunta que se le plantea es simple: ¿a quién prefieres oponerte? ¿A un ya conocido proyecto autoritario que persigue a la disidencia e impone verdades oficiales con su aparato de censura y propaganda? ¿A la banda delincuencial con conexiones con la mafia internacional narcochavista y cuyo equipo de líderes está plagado de corruptos presos o prófugos que buscan obtener su impunidad? ¿A los que teorizaron sobre la caducidad de la independencia de poderes y llegaron a controlarlos todos? ¿A los que ya reconocieron su intención de permanecer en el poder “veinte, cincuenta años”? ¿O al viejo banquero curuchupa con el que sí, algunas élites indeseables se sienten representadas pero que respetará las libertades (empezando por las de expresión y asociación), no montará persecuciones, mantendrá la institucionalidad democrática y entregará el poder religiosamente dentro de cuatro años si es que la guerrilla mariateguista que se prepara (guerrilla de anuladores del voto) no lo tumba antes? ¿De cuál de estos dos gobiernos prefieres ser oposición?

Esa es la pregunta que las izquierdas del voto nulo ideológico no se plantean por obvias razones: no creen en la democracia y no conceden, por tanto, valor alguno a la oposición. Cuando se escucha a los Iza, los Santi y otros líderes de Pachakutik, se tiene la incómoda sensación de que lo único que no les gusta del proyecto autoritario correísta es que no es el suyo. Así que eso: que pase en el Ecuador el desastre que tenga que pasar, ellos no se harán cargo de nada.