El manual

Las transnacionales del crimen tienen un manual de procedimientos bastante elaborado. El país está a tiempo de cortarle el paso a los capítulos venideros’.
Los movimientos políticos tienen manuales, pero el crimen organizado también.
Así como hay procesos bien estructurados para tomarse el poder políticamente (no juzgaré sus motivos), los otros tienen también sus planes muy bien definidos. El punto es que en algún momento unos se ven de lejos y otros se encuentran.
Curtis L. Johnson, quien es uno de los más prolíficos escritores sobre temas de la mafia y crimen organizado, relata que hay un procedimiento muy bien definido para que el crimen organizado se apropie de un país; acá les hago un breve resumen.
Basado en actividades de narcotráfico, trata de personas, juegos de azar, lo fundamental es lograr inicialmente cobertura en los niveles bajos de las instituciones del orden, para no ser molestados en sus actividades. De igual manera, es esencial buscar que oficiales de menor rango en el poder judicial les ofrezcan seguridad legal en sus pequeñas trafasías. En la medida en que se va ascendiendo en la escala, se debe ir reclutando a oficiales de otro nivel porque los territorios se amplían y el tipo de delito exige otra jerarquía de indulgencia de parte de los operadores de justicia. Johnson relata que hay un punto de quiebre, y es cuando el flujo de dinero tiene que pasar a operaciones con fachadas legales. Es ahí cuando se requiere de operadores políticos, pues se necesita fabricar el marco legal que les ofrezca impunidad y la designación de autoridades superiores que ‘miren a otro lado’. Es entonces cuando la mafia financia políticos necesitados de dinero para sus campañas y empresarios en serias dificultades económicas. A los primeros les hacen pagar la factura cuando llegan al poder, y a los otros les adquieren la fachada de buen nombre de sus quebradas empresas.
Advierte el escritor que hay una grieta que los hace desmoronar, y esta es el ego, la vanidad. La búsqueda de notoriedad y la proyección de lujos indiscretos de buena vida, terminan dibujando a quienes en mal paso están. Como decía el libreto de Al Pacino en el Abogado del diablo: la vanidad es su pecado favorito. Por sus ostentaciones los reconocerán.