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Institucionalidad

Avatar del Paúl Palacios

"Una de las responsabilidades más importantes de los líderes es preservar la institucionalidad, para no ver derrumbar su legado"

Cuando escuchamos la palabra institucionalidad, generalmente la relacionamos con aquella cualidad que tienen las repúblicas modernas donde se preservan elementos esenciales del vivir pacífico y próspero. El concepto se acerca más al marco jurídico que rodea la vida cotidiana, y que independiente de los cambios en las cúpulas de poder, hace que se preserven adecuadas formas de actuar y principios que damos por valiosos.

Una de las obligaciones más importantes que tenemos quienes hacemos vida empresarial, y desde luego quienes hacen vida pública en lo político, es preservar la institucionalidad de las entidades que han estado bajo su responsabilidad. Me encuentro empresarios, ya en sus etapas de transición, preocupados para que se preserve su sentido de atención al cliente, su devoción por la calidad, su respeto por los colaboradores. En algunas empresas, no en todas, ciertas costumbres que inició el fundador se han mantenido intocables en el tiempo, y aquello ha conformado la institucionalidad y el aprecio y valor de marca por parte del consumidor. Así debería ocurrir en la política también.

Uno de los mayores retos de los líderes que han dirigido gobiernos, municipios o partidos políticos, es crear una cultura e institucionalidad que preserve lo bueno y lo trascendente. El verdadero valor de la gestión se mira mucho más cuando ya no se está, porque el éxito consiste en lograr entidades tan fuertes que aún con cambios en las cúpulas sean infranqueables. Un ejemplo de ello son nuestras Fuerzas Armadas, que han sobrevivido en sus tiempos modernos a innúmeros cambios ideológicos del poder civil, y han luchado para que no se afecte su esencia. Bueno sería que los partidos políticos formen a las generaciones y cuadros de su tendencia ideológica, para que cuando existan transiciones no se destruya lo que con esfuerzo se construyó.

Nunca es tarde para reflexionar sobre aquello que no se hizo, y volver a construir los cimientos. Para las empresas que no lo hacen, el castigo es la quiebra, para los partidos políticos su desintegración, y para los líderes políticos, el olvido.