Al cumplirse 20 años de adoptar el dólar como dinero de circulación nacional, mucho se ha comentado sobre sus beneficios, pero poco se ha dicho de las causas que obligaron a sepultar al sucre, afectando la posibilidad de rectificar errores del pasado. Lo que debe preocupar principalmente a los ecuatorianos es cuidar que los gobiernos obren con eficiencia, transparencia, sinceridad, honestidad, y de eso el país está muy lejos.

Desde esa época, el Ecuador sigue sin concretar un proyecto que lo unifique en función de objetivos nacionales de largo aliento. 

Una moneda es un instrumento de intercambio de bienes y servicios, pensar que por sí sola es una panacea equivale a esconder los complejos problemas políticos, sociales y económicos en la fortaleza del dólar, que lo emite y valora otro país. La realidad es que avanzan la pobreza y el desempleo, la inseguridad personal y jurídica, la administración de justicia no brinda garantías, hay corrupción e impunidad crecientes, educación mediocre y mala, una corrompida atención en salud y seguridad social con pronósticos alarmantes. En síntesis, los problemas que condujeron a la dolarización siguen intocados; se continúa priorizando conveniencias circunstanciales, pactos y repartos de toma y daca.

Es cierto que gracias a la dolarización el Ecuador no está como Venezuela, que se frenó una hiperinflación y emisión monetaria devaluada, que el 70 % de las transacciones económicas en aquella época se realizaban en dólares, que el expresidente Mahuad se vio compelido a tomar la medida de dolarizar, decisión en la que influyó una insistente campaña de la Cámara de la Pequeña Industria dirigida por la Ing. Joyce de Ginnata.

Tan necesaria fue la medida que ningún gobierno posterior se atrevió a revisarla, incluyendo al Ec. Correa, que se mostró contrario a ella. 

Hay que enfrentar sus efectos, que impactan especialmente a pequeños y medianos productores agropecuarios: altos costos de producción, baja capacidad de demanda, alto costo de vida, lo cual influye en la competitividad en comparación con países vecinos y/o los que tienen monedas fuertes.