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Juan Carlos Díaz Granados | Espejismo del proteccionismo

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Este enfoque proteccionista ha limitado la variedad de productos disponibles para los consumidores

Ecuador, al descubrir petróleo en la década de 1970, cayó en la trampa del espejismo de la riqueza fácil. Los ecuatorianos creímos que los problemas económicos estaban resueltos y que el Estado, aparentemente millonario, se encargaría de todo. La dictadura militar de la época llegó a subsidiar los combustibles, práctica que cuesta hoy miles de millones anuales a las finanzas públicas y nos hace temblar el presupuesto general del Estado si el precio del petróleo baja.

Poco después, Ecuador adoptó el modelo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que promovía la sustitución de importaciones para proteger la industria nacional. Este modelo, lejos de impulsar el desarrollo, castigó al consumidor con productos de precios elevados y mala calidad. Cierta industria nacional nunca despegó y, hasta hoy, sigue sin aprender a competir, dependiendo de medidas proteccionistas como salvaguardias, cupos, aranceles elevados y reglamentos técnicos para bloquear los productos importados, creando monopolios y oligopolios.

Este enfoque proteccionista ha limitado la variedad de productos disponibles para los consumidores, quienes hasta hace poco de las firmas de acuerdos comerciales nos vimos obligados a elegir entre opciones limitadas y de calidad cuestionable. Además, la política de comercio exterior, desde esa época hasta ahora, ha desincentivado la inversión extranjera, creando un entorno hostil para los capitales que podrían generar empleo y traer la tecnología necesaria para el progreso del país.

La gestión exclusiva del petróleo por parte del Estado ha demostrado ser ineficiente. La falta de competencia y la corrupción han plagado el sector, impidiendo que los beneficios del oro negro lleguen a la población.

Es imperativo que Ecuador siga el ejemplo de países que han superado la pobreza abriendo su comercio, eliminando monopolios y facilitando la inversión extranjera. Solo así podrá Ecuador liberarse de las cadenas del proteccionismo y avanzar hacia un futuro de prosperidad y bienestar para todos sus habitantes.