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Era lógico y coherente que el susodicho documento refleje las maneras en cómo los pillos burlaron todos los controles que implementó la SPPA

Si algo resalta del ‘informe’ de Luis Verdesoto, exsecretario de la Política Pública Anticorrupción (SPPA), es que tuvo la punta del iceberg frente a sus narices todo el tiempo y no la vio.

Las ‘hipótesis’ que plantea no son sino las conocidas modalidades en que se abusa del poder en la cosa pública y que, además -como concepto- se asocian a esquemas de gran corrupción. En definitiva, son formas elaboradas de sobornos o pagos de favores que se gestan a propósito de las estructuras del Estado, en aquellos nichos (áreas de alto riesgo) en los que el control es escaso y la transparencia, nula. No es novedad que en el Ecuador los sectores energéticos o de telecomunicaciones son la miel para las mafias que acechan sus presupuestos.

Tampoco es novedad describir el diseño arcaico con el que se controlan las empresas públicas, la burocracia totalizante (gobierno corporativo) con las que se autogobiernan y, sobre todo, que este sistema nació en un gobierno anterior.

Verdesoto, en la creación de la política anticorrupción -que incluía el diseño de un sistema nacional de integridad pública- debió advertir la necesidad de actualizar y redefinir todo ese modelo podrido libre de controles y auditorías, hacia una arquitectura acorde a los principios en materia anticorrupción para los que la SPPA fue creada. ¿Se hizo? ¿Se implementó?

Quizás por eso su ‘informe’ no contrasta lo denunciado con ninguna directriz, recomendación o sugerencia de su sistema. Porque, entonces, era lógico y coherente que el susodicho documento refleje -en el caso concreto- las maneras en cómo los pillos burlaron todos los controles que implementó la SPPA. Lo demás es no tomar parte, lavarse las manos. Señalar sin apuntar.

Dejemos claro que no se esperaba que sea Verdesoto -o cualquier otro- quien hubiese podido evitar la corruptela de los infiltrados. Eso era imposible. Tampoco él debía agarrar a los pillos o ser el primero en denunciarlos. Pero sí desde lo estructural, la SPPA debió impulsar los cambios para limitar los espacios para la discrecionalidad y arbitrariedad instaurada en la gobernanza corporativa de las empresas públicas. Para eso estaba.

Entonces, con su renuncia, Verdesoto solo refleja que no asumió su propio fracaso.