Diana Acosta-Feldman | León Naciente

Ningún país del mundo puede estar a salvo mientras cualquier régimen radical incorpora en su arsenal poderío nuclear
La operación León Naciente (Im KeLavi) ha sido lanzada por las autoridades de Israel bajo el criterio de proteger la seguridad nacional de Israel y del mundo, frente a la inminente amenaza nuclear de Irán, pues según lo afirmó The New York Times, citando al organismo de control de la ONU, “Irán está incumpliendo todas las normas sobre actividad nuclear”.
Desde que Irán empezó su programa nuclear no mantuvo claridad en la información hacia la comunidad internacional, aduciendo que lo hacía con propósitos energéticos, cuando su verdadero fin es la fabricación de armas nucleares para aniquilar a Israel, al pueblo judío o a cualquier otro blanco que represente una amenaza para sus intereses, además de suministrar armas y financiamiento a grupos extremistas, como Hezbolá en Líbano, Isis en Siria, Hamás en Gaza y los hutíes en Yemen.
Por el contrario, la operación israelí no está dirigida a la sociedad civil iraní, sino contra objetivos de guerra, como instalaciones nucleares y militares de Irán; no así este último, que ha atacado todo tipo de objetivos, incluidos civiles inocentes.
Debería preocuparnos que la comunidad internacional se quede de brazos cruzados mientras un país con un régimen radical accede a bombas nucleares pues, aunque pensemos que estamos a miles de kilómetros de distancia, las consecuencias económicas afectarán significativamente a todas las economías del mundo, como por ejemplo con el potencial aumento de los precios del petróleo y la volatilidad en los mercados financieros, ya que muchos países dependen de la importación de energía.
El Banco Mundial advirtió que los precios del crudo y sus derivados podrían aumentar entre un 21 % y un 35 %, si Irán cierra el estrecho de Ormuz, lo que tendría un impacto en el costo de los alimentos y otros productos básicos. Con esto ya tenemos una idea clara de que en un mundo interconectado las consecuencias las sufrimos todos, con magnitudes proporcionales a las peculiaridades de cada país.
Ningún país del mundo puede estar a salvo mientras cualquier régimen radical incorpora en su arsenal poderío nuclear.