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Objetivo número 1: fin de la pobreza

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"Es posible, urgente y necesario plantear una ´economía diferente”

“Actuar juntos para lograr justicia social y ambiental para todas las personas”, este fue el lema con el que se conmemoró el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza en 2020, año marcado por la pandemia de COVID-19.

Las personas que viven en la pobreza experimentan diferentes privaciones en su vida y se enfrentan cada día a numerosos obstáculos.

Vivir bajo estas condiciones les hace estar más expuestas ante cuestiones como las enfermedades, los desastres, los conflictos sociales, las crisis económicas y fenómenos como el cambio climático y la degradación ambiental. Además, sin la existencia de medidas efectivas que ayuden a este sector de la población, las desigualdades pueden comenzar antes del nacimiento, y muchas de ellas pueden acumularse a lo largo de la vida de la persona, y estas pueden manifestarse de muchas formas, sobre todo en la intersección entre la salud, la educación y la situación socioeconómica de los progenitores, tal y como señala el Informe sobre Desarrollo Humano de 2019 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

A 10 años de cumplirse el período para lograr los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, el principal reto y Objetivo número 1: fin de la pobreza, parece hoy inalcanzable.

Es un hecho constatable que la COVID-19 ha aumentado la pobreza y la desigualdad en Ecuador y el mundo. De hecho, los países en desarrollo son los que corren más riesgo durante y después de la pandemia. Y mujeres, jóvenes y personas adultas mayores, con discapacidad, marginadas y desplazadas están entre los grupos más vulnerables.

Según las previsiones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) la pobreza en la región llegaría a los mismos niveles observados en 2005, es decir, marcaría un retroceso de 15 años, alcanzando a 231 millones de personas; mientras que la pobreza extrema llegaría a los niveles de 1990, lo que implica un retroceso de 30 años, alcanzando a 96 millones de personas.

¿Qué podemos hacer frente a semejantes cifras?

Sin duda, debemos tomar en cuenta este momento para asegurar que la senda de desarrollo esté en línea con los ODS. Medidas como la movilización de recursos externos, fortalecimiento de los ingresos públicos o agendas de transformación estructural y de sostenibilidad deberán ir acompañadas de grandes alianzas.

En el Ecuador, diferentes iniciativas no solo del Estado, sino también del sector privado, la sociedad civil y la academia pueden y deben aportar en la construcción de posibles vías de salida a la crisis.

Es posible, urgente y necesario plantear una “economía diferente”. Un crecimiento económico que no venga acompañado del bienestar de la población, reduciendo las desigualdades existentes y sin comprometer aún más los recursos del planeta, es un fracaso.

Siendo la generación de la historia con las mayores capacidades para generar un cambio sustantivo en todo el planeta, tenemos la responsabilidad de concentrar todos nuestros esfuerzos en poner fin a la pobreza y su flagelo, en todos los rincones del mundo.