Carlos Alberto Reyes Salvador | Ecos de una guerra lejana

Este enfrentamiento representa una batalla por el control de la narrativa geopolítica en el siglo XXI
En junio de 2025, el tablero geopolítico internacional se estremeció con una secuencia de eventos que podrían reconfigurar el equilibrio global. La intensificación del conflicto entre Israel e Irán, seguida de una inédita incursión militar directa de Estados Unidos sobre instalaciones nucleares iraníes, ha desatado una ola de tensiones que no se limitan al Medio Oriente. Sus repercusiones alcanzan a todo el sistema internacional, incluido Ecuador, cuya economía abierta, dolarizada y dependiente del comercio exterior es particularmente sensible a los vaivenes del orden global.
La animadversión entre Israel e Irán no es nueva, pero los acontecimientos recientes marcaron un punto de inflexión. Tras un ataque masivo israelí sobre instalaciones militares y nucleares iraníes, Irán respondió con una ofensiva balística sin precedentes contra ciudades israelíes, incluidas Tel Aviv y Jerusalén. A pesar de los sistemas antimisiles israelíes, los impactos provocaron víctimas y una severa alarma en la opinión pública mundial.
Estados Unidos, que hasta entonces había actuado como aliado estratégico de Israel pero sin intervención directa, cambió de postura bajo el gobierno de Donald Trump. En la operación ‘Midnight Hammer’, la Fuerza Aérea estadounidense lanzó bombardeos quirúrgicos sobre los centros nucleares de Fordow, Isfahán y Natanz, utilizando bombarderos B-2 y misiles Tomahawk. Las autoridades norteamericanas calificaron la operación como “devastadora y precisa”, afirmando que el programa nuclear iraní quedó gravemente dañado. Irán, por su parte, denunció el acto como una violación flagrante al derecho internacional y prometió represalias, al tiempo que reforzaba su alianza estratégica con Rusia y China.
El secretario general de la ONU advirtió sobre el “giro peligroso” que implica una escalada directa entre dos potencias, una de ellas con aspiraciones nucleares y respaldos internacionales que podrían arrastrar al mundo a un conflicto de mayor alcance. El precio del petróleo subió de inmediato, los mercados financieros reaccionaron con pánico y la estabilidad energética global entró en zona de turbulencia.
Este enfrentamiento no es solo un choque entre dos enemigos históricos; representa una batalla por el control de la narrativa geopolítica en el siglo XXI. Irán aspira a consolidarse como potencia regional chiita y desafía abiertamente el orden liberal occidental. Israel, por su parte, busca eliminar cualquier amenaza existencial antes de que se materialice, con el respaldo tradicional de Washington. EE.UU., al intervenir, busca restaurar su rol de garante del ‘statu quo’ internacional y enviar un mensaje a otros actores como Corea del Norte, Rusia o China sobre los límites de tolerancia estadounidense en materia nuclear.
La incursión de EE.UU. en un conflicto con Irán no es una simple confrontación bilateral. Es un evento bisagra con profundas consecuencias globales. Afecta la seguridad energética, redefine alianzas estratégicas, y pone a prueba la arquitectura del poder mundial. Es parte de una lucha más amplia por el orden del siglo XXI, donde se confrontan la hegemonía liberal occidental y las potencias revisionistas que buscan un nuevo equilibrio global.