“Aunque no parezca, esto también es Quito. Si hacen un túnel y atraviesan la montaña, salen al Seminario Mayor, a la calle Colón”, explica Inti Arcos, coordinador de la Mancomunidad del Chocó Andino, sobre esa boscosa región que se alza al noroccidente de la capital.

Y eso es justo lo que hace Aún cuando todo está nublado, muestra que abrió su puertas en el Museo de la Ciudad. La exposición, elaborada a través de una convocatoria de la organización Arte Mujeres Ecuador, traslada la experiencia del bosque a la sala museográfica del centro de la urbe, transformando el espacio en un encuentro sensorial entre el público y esta misteriosa localidad, de la que poco se sabe.

“Durante la apertura había gente muy sorprendida de enterarse que Pacto, que el Chocó Andino, son parte del Distrito Metropolitano de Quito. Hubo gente mayor que decía que alguna vez había escuchado del sitio, pero que no sabía ni cómo llegar”, afirma Paulina Vega, Técnica Educativa del museo.

Es por ello que, al ingresar a la sala, el público se encuentra con los colores del bosque, sus sonidos, y hasta sus olores. Cacao, tabaco y lluvia se perciben en el ambiente, mientras que un nido de hojas secas permite al público sentirlo descalzo.

A la par de estas instalaciones, que dejan interactuar con el ambiente, un enorme puente elaborado con cañas, guía al público hacia las “nubes”, elaboradas con cortinas de tela casi transparente y a las copas de los árboles, grabadas en una instalación de video.

La exposición, que contará con visitas guiadas mensuales y una serie de talleres y conversatorios que giran en torno a la conservación del bosque, estará abierta al público de miércoles a domingo hasta diciembre.

Oler y tocar está permitido

Limón, canela, anís, cúrcuma y panela se ofrecen en pequeños pocillos hechos de calabaza seca. Los visitantes pueden olerlos y tocarlos. Al igual que con las botellitas de tabaco y agua de río que cuelgan de la pared, o los ponchos de lluvia que se pueden probar al final de la exposición.

‘Aun cuando todo está nublado cuenta con esa inusual característica, que todas las piezas son de libre interacción. Es así que lo visitantes pueden introducirse en las hojas y tocar un enorme mural elaborado con lana y panela.

Un espacio de reflexión

“Esta muestra es una invitación a resistir, a convivir y a hacerle frente a las violencias que arrasan con nuestros territorios”, señala la museóloga Johanna Palmeyro.

Es así que las piezas que son parte de la exposición, tejidas por un gigantesco mural que refleja el bosque, se vinculan a la transmisión de saberes, deseos de equilibrio y sostenimiento en comunidad.

“La idea no es dar respuestas, sino que la audiencia se pueda hacer preguntas sobre su propia relación con la naturaleza y lo que no sabe o ignora de ella”, añade Paulina Vega.

Un encuentro con las comunidades

‘Aun cuando todo está nublado’ nace de la Residencia convivencia artística del programa educativo de arte, feminismos y comunidades gestionado dentro del ‘V Encuentro Arte Mujeres Ecuador’. Este espacio proponía colectivizar los procesos artísticos a partir de la relación con las diversidades, el respeto por la biodiversidad y la sensibilización cultural, con el fin de construir nuevos imaginarios de vida y narrativas con prácticas de creación-acción frente a territorios acosados por el extractivismo.

Con ese fin, las ganadoras de la residencia, las artistas Judith Requeme, Clara Hidalgo, Andrea Liseth Vega, María Isabel Fernández Alvarado, Elena Heredia, Eliana Romo, Katherine Sosoranga y Camila Arciniegas acudieron a la comunidad de San José de Mashpi, donde convivieron con las mujeres de Yakunina Centro de Permacultura y Bosque Escuela. Ahí surgieron las propuestas que luego trabajaron en la urbe, y que se centraron en lo que cada una aprendió durante su estadía.