Hasta 2009, a Juana Guarderas no le gustaba la Navidad. “Es una época tensa para mucha gente. Llega diciembre y uno piensa en los regalos, en la cena, se estresa por la plata, da fastidio”, reflexiona. Sin embargo, ese año ella y sus compañeras de escena, Elena Torres y Martha Ormaza (+) leyeron la cómica obra del dramaturgo Daniel Alcoleas, titulada Nacimiento.

En ese momento, algo cambió. “Cuando yo era chica, mi abuela era fanática de la Navidad. Pasaba feliz todo el mes. Empecé a acordarme de una canción que solía cantar y eso me llevó a mi infancia, cuando la Navidad no era sinónimo de regalos sino de alegría, de amor y de unión familiar”, señala.

Así surgió la primera versión en esta obra teatral, que se ha convertido en un hito anual del trío Las Marujas.

“Desde que hicimos La Marujita se ha muerto con leucemia hace ya tantos años, Las Marujas han tenido un montón de ‘spin offs’, pero este es uno de los favoritos”, narra.

En él, las protagonistas preparan un nacimiento vivo. Sin embargo, la encargada de llevar a los artistas desde Cuenca a Quito falla y, a minutos del evento, se encuentran con una catástrofe entre manos.

Es entonces cuando a las protagonistas se les ocurre sacar a miembros de la audiencia para darles un rol dentro de la obra. Los elegidos suben al escenario para dar vida a los Reyes Magos, los borregos, camellos, burros y hasta la estrella de Belén. Todos, menos José, María y Jesús, que son interpretados por títeres.

“Todos los años le pregunto a Elena si este será el último año que la montaremos, pero nunca lo es”, dice Guarderas. “Ni bien empieza diciembre, ya el público nos pregunta cuándo serán las funciones”.

Este año no ha sido la excepción, pues desde hoy y hasta el sábado, Las Marujas navideñas se presentará a las 19:00 en el Teatro Patio de Comedias.

Añade que esta es, sobre todo, una obra familiar, pues a verla suelen llegar juntas hasta tres generaciones de una misma familia.

Guarderas considera que el éxito tras la obra es la cercanía de la audiencia con sus recuerdos de la infancia.

“La gente de pronto revive su infancia, y se mata de risa, juega, canta, es una experiencia muy especial. Además, hay gente que se divierte tanto, que se repite al año siguiente u otra la noche la función. Y no importa, porque como el público participa, nunca es la misma dinámica”, asegura.

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