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El hoyo
La restricción opera en este filme no solo de manera dramática, sino también estructural.twitter / netflix

El hoyo: La magia de no saber

Visualmente, el filme ofrece una variedad de recursos. Es muy difícil mantener el dinamismo sin cambiar de espacio y esta cinta logra hacerlo muy bien

Ya sea por su crudeza, su mensaje político o polémico final, es muy difícil que no hayamos oído hablar de ‘El hoyo’, el filme de Galder Gaztelu-Urrutia que no para de generar debate en Netflix.

Si tuviese que elegir una palabra para condensar la cantidad de elementos que presenta esta cinta, sin lugar a dudas me quedaría con la palabra “restrictiva”.

La restricción opera en este filme no solo de manera dramática, sino también estructural.

No sabemos en qué época sucede. Muchos críticos sitúan el filme en una especie de futuro distópico pero, avocándonos a los hechos, la cinta nunca lo aclara. Tampoco vemos en qué lugar está situada: claramente sabemos que es España por el habla de sus personajes, pero en toda la película no vemos un solo plano que nos ubique en el exterior. Todo pasa en interiores.

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La trama principal nos presenta a Goreng, un hombre que se interna voluntariamente en esta especie de prisión, en donde sus más de 200 pisos se conectan por un hoyo en el medio por el que viaja una bandeja de comida que se llena en el primer piso y a medida que desciende, esta se va agotando, dándole menos posibilidades de comer a las personas que están en los niveles inferiores de esta enorme torre.

Junto a Goreng, vamos descubriendo el funcionamiento de la cárcel y sus códigos internos. Pero lo interesante del filme es que nunca sabemos más que Goreng: en cierto modo, los espectadores también nos encontramos encarcelados. Es por eso que muchas de las cosas de la cárcel no terminan de quedar claras nunca.

Visualmente, el filme ofrece una enorme variedad de recursos. Es muy difícil mantener el dinamismo sin cambiar de espacio y ‘El hoyo’ logra salir muy bien parado en este aspecto.

Su nivel de impacto visual y la brutalidad con la que maneja la violencia puede perturbarnos, pero jamás aburrirnos.

El resultado es un interesante experimento audiovisual donde las restricciones de conocimiento que tenemos todos (espectadores y personajes) terminen siendo una experiencia reveladora e interesante.

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Por último, son más que claras las metáforas sociales y políticas en la película. De hecho, ‘El hoyo’ funciona como una alegoría de la sociedad de consumo contemporánea. Pero sus indefiniciones ayudan a que los espectadores logren acomodar esa alegoría, al lugar donde más cómodos se sientan, políticamente hablando: una jugada muy inteligente por parte del filme.

En definitiva, nos encontramos frente a una cinta muy bien lograda que puede brindarnos una experiencia interesante. Y que bajo ningún modo va a pasar desapercibida.