Transitar por la vía Cuenca - Molleturo y no maravillarse con el paisaje resulta imposible. Esta carretera de la provincia del Azuay cruza por el Parque Nacional Cajas, una reserva ecológica con 29.544 hectáreas de páramo andino.

El lugar es propicio para visitas turísticas, tiene 235 lagunas que se asemejan a espejos en medio de las montañas, junto a la flora y fauna propias del sector, que lo convierten en destino de aventura.

Entre las lagunas más conocidas se hallan la Lagartococha, Osohuaycu, Mamamag o Taitachungo, Quinoascocha, La Toreadora, Sunincocha, Cascarillas, Ventanas y Tinguishcocha.

En los lagos naturales nacen los ríos Mazán, Yanuncay, Tomebamba, los dos últimos afluentes que cruzan Cuenca. El investigador Santiago Altamirano asegura que el Cajas fue un territorio sagrado de los cañaris, entre los años 500 y 1450. “Los incas adoraban como sus dioses a la luna, lagunas y montañas”, mencionó Altamirano.

El arqueólogo Vladimir Galarza señala que dentro del paraje se halla el Qhapaq-Ñan, (Camino del Inca), donde a más de ser un trayecto que une al páramo con la Costa, se realizaban actos espirituales. Como vestigios están los llamados tampukuna o tambos, los tambillos y el Chaski Wasikuna (casa donde se alojaban los chaskis).

Junto a ese camino, posteriormente se construyó la actual carretera Cuenca-Molleturo-El Empalme, de 110 kilómetros, que une a Azuay con Guayas y El Oro, coincidieron Altamirano y Galarza.

Para el ambientalista José Toracchi, es un espacio natural donde tras investigaciones científicas se han identificado 17 especies de anfibios, 5 de reptiles, 157 especies de aves y 44 especies de mamíferos, que son parte del atractivo turístico que propone la zona para los amantes de la naturaleza. Cuenta con unas 572 especies de plantas, 106 de ellas endémicas del páramo y 19 exclusivas, anota Toracchi.

Como alternativa, a lo largo de la vía Cuenca-Molleturo-El Empalme, que circunda al Parque Nacional Cajas, se encuentran unas 32 piscícolas privadas, donde los turistas pueden recrearse junto a sus familias, con pesca deportiva. Ahí los pescadores deportivos cancelan un valor de $ 3,50 por libra de trucha que pesquen, pudiendo solicitar en el mismo lugar la preparación del pescado frito.

Junto a los estanques se encuentran cabañas rudimentarias para albergar a los visitantes que deseen pasar la noche en el sector. El costo es entre 5 y 10 dólares por persona.

Igual, en las mismas piscícolas, a un costo de entre 6 y 8 dólares, los visitantes pueden degustar de la trucha frita o la fritada de trucha, platos típicos de la zona que se acompañan con mote, papas fritas, chifles y ensalada, según María Dolores Palaguachi, nativa del recinto y especialista en la preparación de platos típicos con la trucha de agua dulce. A ello se suman otras actividades, como paseos de aventura a las lagunas.