Viéndola en Netflix, experimenté un déjà vu, esa extraña sensación de que algo de lo que estamos viviendo ya pasó antes, aunque sea imposible. Y lo que voy a narrar es mi vivencia.

Corría abril de 1958, el jueves 9 para ser exacto. Trabajaba en una línea aérea que se llamó Panagra (Pan American & Grace Co.), situada frente al hotel Metropolitano (ahora está un Bingo en la planta baja y el edificio se ve forrado con espejos azules). Allí vi, en su escalinata, decenas de personas que aplaudían a un gringo algo canoso.

Él levantaba su mano y agradecía con una sonrisa. Pregunté quién era ese hombre de 1,70 metros de altura, aproximadamente. Otro gringo respondió: “Es Leonard Bernstein y la Filarmónica de Nueva York. Se presentan esta noche en el Teatro (el 9 de Octubre, ahora Supercines del Boulevard)”. Enviado por su país en gira cultural, recorría 12 países sudamericanos y Guayaquil lo recibía. Triunfó apoteósicamente. Sin prólogo alguno había visto, en persona, a quien es hoy el Maestro.

En otra ocasión, asistía al Festival de Cine Musical en Santa Fe, Nuevo México, era abril de 1982. Hubo un coctel. Entre los invitados figuraban Ginger Rogers, Benny Goodman, Ray Bolger, Gene Kelly, Lillian Gish, Leonard Maltin, Robbie Roberts y los guionistas Betty Comden y Adolph Green.

Ellos eran simpáticos, chistosos y vehementes. Son los autores del libreto que se filmó bajo el título de Cantando bajo la lluvia. Departimos amigablemente y al despedirnos firmaron el libreto que portaba.

Esto del déjà vu sucedió, prácticamente, 50 años atrás y ahora vuelven a la palestra a través de un largometraje perfectamente concebido. Sus primeras escenas son en colores, las segundas en glorioso blanco y negro. Las últimas repiten el color y representan el hoy y el ayer.

Todo el mundo alaba a Bradley Cooper, mientras otros critican su prótesis nasal que acentúa los rasgos de Medio Oriente, y con ella logra semejarse más al personaje que interpreta. Pero esas son tonterías, lo que resalta en Cooper es la forma en la que ha escrito el guion junto a John Singer. Además de cómo la ha dirigido y actuado, algo bastante difícil de lograr.

Que haya triunfado con esta biopic es loable, pues ha sabido ingresar al alma de Bernstein y lo ha convertido en símbolo de ambición, de un ser humano que es feliz y trata que todos lo sean. Seguramente será el competidor de Cillian Murphy y su Oppenheimer.

Sin embargo, la que más destaca es Carey Mulligan. Ya habíamos visto y alabado su caracterización de Marilyn Monroe.

Ahora, como Felicia, está grandiosa, luminosa y radiante. Seguramente va al Óscar y espero que gane. Observarla en los planos en que su rostro se convierte en centro del écran. En especial cuando habla de lo que ella piensa es un posible romance, pues resulta que el galán está pidiendo el favor de que lo deje cortejar a su hija.

Esos minutos nos acerca a su mundo íntimo. Esa mezcla de emociones llega al alma: su rostro lleno de ilusión se convierte en sublime desilusión, aunque dibuje una sonrisa en su rostro. Más aún cuando le detectan un cáncer. Verla valiente, luego quebrarse y esperar la muerte es sobrehumano. Los que caracterizan a Comden y Green recrean lo que yo vi en Santa Fe y lo hacen tan bien, que volví a 1982.

Maestro es una pieza magistral y Cooper exhibe los momentos amargos de Bernstein bajo secuencias rápidas, fijándose más bien en su genialidad, en ese vertiginoso abrazo que él probablemente le dio a la vida, manteniendo sus contradicciones, su equilibrio, pero visualizando sus momentos en la cuerda floja.

- Algo más. Esta cinta no fue incluida en mi artículo de las Mejores Películas del 2023 porque ese artículo se escribió antes de admirar Maestro, sino hubiera desplazado a una de las seleccionadas.

Bernstein falleció en 1990, por una neumonía. Había nacido en 1918. Compuso tres sinfonías, dos óperas, una misa, cinco musicales, bandas sonoras para dos películas y 56 programas de televisión llamados conciertos para jóvenes. Felicia murió en 1978.

• Calificación: *****

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