Está a punto de colapsar el único medio terrestre que conecta a la comunidad de Bellavista, el principal puerto de la isla Puná, con más de 20 comunidades. Una problemática advertida por los residentes y publicada por este Diario hace más de un año, pero sin respuesta por parte de las autoridades hasta ahora. Está “a ras de desmoronarse”.

La situación que se vive en la isla es bastante crítica. Las personas afectadas por el sismo siguen sin recibir la ayuda prometida; hay una carretera rota que mantiene, desde hace más de un mes, incomunicadas a las familias; y ahora el paso elevado peatonal, por el que se conectan las omunidades, no recibe atención de nadie.

Un equipo periodístico de EXPRESO respondió al llamado de la comunidad, que reclama por la indolencia de las autoridades. “Este puente está cayéndose a pedazos. Ustedes (EXPRESO) han venido a verificar y a ser testigos de cómo cruzamos, pero ni la Alcaldía de Guayaquil, ni la Prefectura, ni el Gobierno se han asomado para darnos la mano. No sé realmente qué están esperando”, se quejó Miguel Palma, un residente de Campo Alegre, que a diario pasa por el puente para llegar hasta Posorja.

“Cada vez que lo cruzo me persigno porque no sé en qué momento va a caerse. Es una sensación horrible pasar por ahí, pero es la única manera de llegar hasta la zona donde se cogen los carros para llegar hasta mi casa”, indicó Palma.

EXPRESO pudo constatar que prácticamente ya no hay pasamanos, ya que las tablas colocadas hace más de 12 años se han venido cayendo de a poco. La caminera está desmejorada y con algunos huecos, lo que vuelve casi un desafío poder pasarla sin resbalar. “Lamentablemente, ya hasta conocemos los huecos, pero sí viene alguien nuevo fácilmente se puede caer. Es muy difícil que una bicicleta o una persona en silla de ruedas pueda pasar por allí. La única manera de hacerlo es levantándola y cada vez se pone peor el asunto”, dijo Ginger Tenesaca, moradora de Bellavista.

El puente, que mide 110 metros de largo y tiene 2,40 de ancho, fue construido por el Miduvi hace más de 12 años, en el mandato de Rafael Correa. Según sus moradores, a diario lo recorren al menos unas 500 personas. La estructura jamás ha recibido mantenimiento.

“Desde que lo levantaron e inauguraron con bombos y platillos, jamás ha recibido atención. Ni de pintura, ni de las maderas, ni de nada. Por eso es que está tan descuidado, con las tuercas hasta salidas y todo el soporte endeble”, precisó Guido Chalén, un hombre de la tercera edad que se gana la vida conduciendo una lancha.

“Varias veces he visto cómo cuando alguien pasa, se caen los pedazos de madera. Hoy es la única opción que se tiene para entrar y salir. Es triste, ¿no le parece?”, añadió Chalén.

EXPRESO buscó una respuesta por parte de las autoridades, pero de ellas lo que se obtuvo fue nada más que silencio.

¿Por qué la estructura no ha sido reparada nunca? ¿Están esperando una desgracia? ¿Cuándo y qué tipo de mantenimiento recibirá? ¿Dejará el trabajo para la administración entrante? Esas fueron algunas de las consultas realizadas a la Alcaldía de Guayaquil y a una representante del Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda. Sin embargo, hasta el cierre de esta edición no fueron contestadas.

Dilma Peña, una moradora de la comunidad Cauchiche, pasa por allí “de puntitas y corriendo, porque da la impresión de que en cualquier momento te caes al agua. Si te quedas parado en la mitad del camino, puedes sentir claramente cómo las tablitas de madera se mueven como la marea”, describió Peña, que asegura que esa es la única manera de llegar hasta su vivienda. “La lancha me deja al pie del puente, lo cruzo y debo tomar otro carro. Como Cauchiche es una parroquia interna, no hay manera de llegar”.

La comunidad hace un llamado a las autoridades y pide que la estructura sea reparada. “Ya queremos dejar de vivir con la tensión de que en cualquier momento eso se rompa y termine matando a personas. Pedimos que se dignen en venir a ayudarnos, Los dos últimos presidentes de la República y la alcaldesa Cynthia Viteri se olvidaron de nosotros”, sentenció Miguel Palma.