Proyecto universitario toma el pulso a Guayaquil y su vulnerabilidad sísmica
La UG analiza 150 edificaciones en el Puerto Principal para detectar su vulnerabilidad sísmica y proponer medidas preventivas
En una ciudad como Guayaquil, donde los sismos representan una amenaza constante, un equipo de investigadores de la Facultad de Ciencias Matemáticas y Físicas de la Universidad de Guayaquil, liderado por la arquitecta y magíster en Tecnologías de Edificación, María Elena Vargas Saltos, está llevando adelante un estudio profundo de evaluación de vulnerabilidad sísmica. Este proyecto tiene como objetivo analizar alrededor de 150 edificaciones ubicadas en las parroquias Olmedo y Bolívar, con el propósito de identificar aquellas construcciones que presentan mayores riesgos ante un posible movimiento telúrico.
Un método reconocido internacionalmente
La metodología empleada es el método FEMA P-154, una herramienta internacionalmente reconocida que permite realizar inspecciones visuales rápidas y otorgar un índice de riesgo a cada estructura, conocido como índice “S”. "El análisis nos permitirá priorizar aquellas edificaciones que presentan una alta probabilidad de colapso, como ya se evidenció en un primer estudio aplicado en las parroquias Rocafuerte y Pedro Carbo", explicó Vargas. Los edificios que registran un índice inferior a 0.3 son catalogados como de alto riesgo y, por tanto, requieren atención urgente.
El diagnóstico de vulnerabilidad sísmica va mucho más allá de la simple observación externa de los inmuebles. El equipo técnico analiza aspectos como los materiales de construcción hormigón armado, albañilería o acero, la antigüedad de las edificaciones, la presencia de irregularidades en planta o altura, y el estado general de conservación, considerando grietas, humedad o intervenciones previas. A ello se suma un elemento crítico en Guayaquil, el tipo de suelo. "Guayaquil está asentado principalmente sobre suelos blandos tipo 'E', que tienden a amplificar las vibraciones sísmicas, elevando aún más la peligrosidad de determinadas construcciones", advirtió Vargas.
El aporte de los estudiantes en campo
En este proceso de diagnóstico, los estudiantes de la carrera de Ingeniería Civil juegan un rol protagónico. Uno de esos testimonios es el de Gladys Castro, quien participó activamente en el levantamiento de datos. “Mi papel en el proyecto de evaluación de vulnerabilidad sísmica fue recopilar la información necesaria de todos los edificios analizados. Los clasificamos según su edad de construcción, tipo de suelo, número de pisos y el sistema constructivo empleado, ya sea estructura metálica o de hormigón armado, para luego definir sus necesidades específicas de refuerzo”, detalla la estudiante a EXPRESO.
Gladys, apasionada por el área de estructuras, destaca que este trabajo de campo le permitió aplicar los conocimientos adquiridos en clase y observar de cerca realidades constructivas particulares. “La mayoría de edificios tenían muchos años de construcción, fueron levantados en épocas donde no existían normativas como la Norma Ecuatoriana de Peligro Sísmico vigente. Aunque muchos edificios antiguos aún permanecen rígidos, también detectamos algunos que verdaderamente requerían refuerzo estructural. De hecho, mi desafío principal fue precisamente evaluar el edificio más vulnerable de toda la investigación y proponer soluciones de refuerzo”, explica.
La recolección de la información se realiza mediante el uso de formularios estandarizados FEMA, fotografías, herramientas digitales como QGis, y la colaboración activa del Colegio de Ingenieros Civiles del Guayas, entidad que supervisa técnicamente el proceso para garantizar la precisión de los diagnósticos. Esta sinergia permite conjugar el conocimiento técnico con la realidad práctica de la construcción en la ciudad.
Propuestas de refuerzo para las estructuras críticas
Los resultados obtenidos permitirán generar propuestas concretas de mitigación para las estructuras más vulnerables. Entre las recomendaciones figuran el refuerzo con fibra de carbono en columnas y vigas para aumentar la capacidad de absorción de energía, el encamisado de columnas mediante concreto o acero para incrementar su resistencia, y la mejora de las conexiones estructurales, fortaleciendo las uniones críticas que suelen fallar durante los sismos.
Además de las intervenciones técnicas, se incluirán programas de capacitación dirigidos a los profesionales de la construcción sobre las normas ecuatorianas de construcción sismorresistente (NEC-SE-DS 2015) y campañas de concienciación para la comunidad sobre la importancia del mantenimiento preventivo de las edificaciones. Los estudiantes, como parte de su formación, también dictarán charlas informativas a los habitantes de las parroquias involucradas, promoviendo el conocimiento del riesgo sísmico.
Más allá de los estudios, conciencia y prevención
Uno de los aspectos más destacables de esta iniciativa es el trabajo articulado entre la academia, los gremios profesionales y la comunidad. El Colegio de Ingenieros Civiles del Guayas no solo valida técnicamente los resultados, sino que también facilita los acercamientos con los gobiernos locales y promueve la difusión de los hallazgos, con el fin de que las políticas públicas de la ciudad incluyan medidas concretas basadas en estos estudios. “La participación de los estudiantes de Ingeniería Civil bajo la guía de docentes y con el aval del Colegio permite unir investigación aplicada, formación académica y servicio social”, enfatizó Vargas.
Para Gladys, su participación va más allá de una experiencia académica. “Ser Ingeniera Civil es mucho más que un título; es generar conciencia sobre el peligro sísmico que tenemos en Ecuador. Siempre se ha mencionado que Guayaquil es un potencial sísmico fuerte, y es muy importante dar conciencia a las personas sobre la seguridad de vida de las personas, que es lo que se espera siempre al aplicar las normativas vigentes”.
