La noche comienza a caer y algunos puntos del suroeste de Guayaquil se transforman. Sus protagonistas son los diferentes negocios de comida que se levantan a lo largo de calles como la 38, Argentina o Francisco Segura, y cuya imagen favorece al darle más vida a esta populosa parte de la ciudad, que reclama más seguridad y regeneración urbana.

Los propietarios concuerdan en que ahora compiten con los locales del norte de la urbe e incluso hay quienes llegan de las ciudadelas allí asentadas, para disfrutar de las opciones gastronómicas que no solo se limitan a la comida rápida. Hay asados, moros, platos criollos y hasta gourmet... Pero lo que más resaltan los moradores es la metamorfosis que ha tenido el barrio, que está lleno de colores, interacción y, por supuesto, de sabores.

“Mi negocio nació en julio, en plena pandemia, pero siempre tuve la idea de cambiarle la cara al suburbio. ¿Por qué era necesario ir al norte a comer? ¿Por qué envidiar otros sitios? Aquí también se puede y un ejemplo son las opciones que ahora hay”, dice Stalin Herrera, chef y propietario de Byloche, un restaurante ubicado en la calle 38 entre Vacas Galindo y Bolivia.

La decoración, compuesta por murales y frases, iluminación gracias a decenas de bombillas que cuelgan de la parte alta del local y música en vivo los fines de semana, hacen que este establecimiento sea uno de los más visitados por las personas, que se ven atraídas, además, por el abanico gastronómico que se presenta en la vía.

A la lista también se suman los bares y discotecas que encendían las noches y de ahí su denominación de la ‘zona rosa del suburbio’, pero que ahora funcionan como restobares. Esa fue la alternativa que, hace unos meses, el Cabildo dispuso para que vuelvan abrir sus puertas.

“Me agrada ver que estos espacios se transformen y tengamos más opciones. El suroeste tiene más brillo y esta pandemia ha hecho que crezcan los negocios de comida. Hay grupos familiares que antes se dirigían a otros lados y ahora tranquilamente se quedan a comer aquí”, comenta Elena Soto, residente.

Escenas similares se registran en las calles Argentina entre la 20 y 21. Allí el sector era apagado, inseguro, pero la llegada de La Chozita, la Estación del Bolón y al menos otros cuatro establecimientos que atienden desde la mañana hasta antes de la medianoche, cambiaron el panorama. Los moradores ven con buenos ojos la mayor actividad que se evidencia, pero para los dueños de los locales como Diego Murillo, la atención municipal está pendiente.

“Esta cuadra ha cambiado muchísimo y con los puestos de comida se busca reactivar al suroeste. Pero todavía falta la regeneración urbana, más vigilancia policial, por ejemplo”, acota Murillo mientras recibe a una familia en su negocio que así como Herrera, lo estrenó durante la pandemia. “Es un reto, pero aquí estamos esperando mejores día y tenemos fe que así será”.

Para el urbanista Luis Alfonso Saltos este tipo de actividades gastronómicas permitirán que se genere en la ciudad una memoria urbana tal y como sucede en otras zonas. Cita como ejemplo la calle Guayacanes, en Urdesa, que es conocida por la venta de shawarmas; o los cangrejos en la ciudadela Miraflores o en Sauces 9.

Agrega que con la presencia de estos negocios no solo se reactiva la economía barrial, sino también los de los comercios aledaños y se incentivan más fuentes de empleo. “En este marco de la nueva normalidad es necesario aplicar nuevas fórmulas donde se complemente esto, aterrizado en un plan de ordenamiento territorial, que incluyan estos conceptos”, afirma Saltos, quien hace énfasis en una ordenanza de uso fácil, socializada y aplicable a los ciudadanos.

“Y es ahí que recién se puede hablar de una reactivación económica barrial impulsada por el Municipio, mientras tanto hay mucha deuda pendiente”, piensa.

• “Apuntamos a ser las nuevas opciones en la ciudad”

Convertirse en conocidas zonas gastronómicas y comerciales como las de Urdesa, Alborada y otras del norte de la ciudad, es el deseo que tienen los propietarios de los diferentes negocios de comida del suroeste. Decoración de sus espacios, música en vivo y variada oferta gastronómica, son algunos de los retos que se han fijado.

Sin embargo, para Ernesto Vásquez, dueño de Nikita, un bar que ahora funciona como restobar en la calle 38 y quien ha notado el cambio del sector con la llegada de más de este tipo de comercios; considera que hace falta más apoyo por parte de la autoridad.

“Esperamos más seguridad, regeneración integral y atención. Necesitamos que la alcaldesa lo ponga al suroeste como un área turística así como ha sido con la zona rosa; segura y turística”, subraya el también presidente de la Asociación de Centros Nocturnos de la provincia del Guayas.