Por estos días las personas utilizan diversas alternativas para movilizarse, ya que los automóviles solo pueden circular de lunes a viernes, un día por semana, según el último dígito de la placa. Son los efectos de las restricciones vehiculares que emitieron las autoridades para evitar la propagación de COVID-19.

Y por estas medidas, la bicicleta se ha convertido en una aliada para combatir la pandemia. De hecho, para muchos, es el medio favorito para ir en busca de medicinas, alimentos o incluso para ir al trabajo. Por ello, los representantes de grupos de ciclistas plantean que sea reconocida como una opción sostenible de movilidad en el Puerto Principal, sobre todo cuando se levante la cuarentena. Pero, advierten, la ciudad debe preparar desde ya el camino.

Para Alberto Hidalgo, fundador del colectivo Libre Actividad, la bici es el transporte del presente y futuro de todas las ciudades, aunque lamenta que en la urbe porteña los ciclistas han sido invisibilizados, tapados e incluso ignorados. Ahora, con pocos carros circulando en las vías, asegura que son más visibles, tanto así que han aumentado los usuarios en los diferentes sectores.

No obstante, Hidalgo argumenta que en Guayaquil, para lograr que la bicicleta sea una opción ideal de transporte, hay que implementar algunos cambios de costumbres, en aspectos legales, de educación y distribución del espacio vial. “De aquí en adelante debemos pensar en mejorar las condiciones para ir a pie, en bicicleta y en vehículos de micromovilidad”, plantea.

¿Entonces qué hace falta por hacer? “Ampliar las veredas, compartir las calles dividiendo los carriles para carros y bicicletas, mejorar la señalética horizontal y vertical para lograr reducir la velocidad (20 kilómetros por hora) en zonas de barrios, escuelas, mercados... (esta es una de las mayores causas de siniestros viales)”.

Gastón Franco, dirigente del grupo Ciclistas Fantasmas, ratifica que, a corto plazo, la bici debe ser el medio de transporte que se deberá aprovechar con mayor énfasis en todo el territorio, por las continuas limitaciones en la movilidad del vehículo tradicional. “Lo que necesita la ciudad es que de manera urgente la bicicleta sea reconocida como el medio de transporte ideal y, paralelamente, se conciencie a los conductores en que no son los dueños exclusivos de las calles”.

Por su parte, Miguel Villacís, uno de los líderes de Soul Bikers, teme que una vez terminada la pandemia, las personas regresen a sus vehículos y se pierdan los beneficios ganados ahora. “De una u otra forma, hemos logrado tener una forma de vida más saludable y se ha disminuido la contaminación de gases que produce el combustible de los autos”.

Hace pocos días, el colectivo ciclista Masa Crítica realizó una conferencia virtual en la que el ingeniero ambiental Orlando Hermida expuso el tema ‘¿Cuál es el diseño urbano que necesita Guayaquil?’. Hermida dio ejemplos de ciudades europeas y latinoamericanas que han implementado cambios para que las personas tengan mejores condiciones para trasladarse a pie y no tener que depender del auto.

Asimismo, mencionó un proyecto que se podría implementar en Guayaquil. Se trata de un corredor verde que permita unir el parque Forestal, situado en el sur, con el parque Samanes, en el norte de la urbe, donde se priorice el uso de la bicicleta, ya que reconoce que ahora, por la pandemia, hay muchas personas moviéndose con este medio.

“Debería haber una iniciativa de parte del Municipio. Por ejemplo, en el caso de la Metrovía, en estos tiempos no debería estar trabajando y esos carriles deberían estar habilitados para las bicicletas. Se podría aprovechar como forma de prueba para que la ciudadanía empiece a ver las ventajas y beneficios de andar en bici”.

Sobre el irrespeto al paso de ciclistas, Hermida manifestó que lastimosamente las calles están diseñadas para los autos, y por este motivo se ha creado la idea de que estos tienen derechos y privilegios, y que el ciclista es una persona que interrumpe el paso y genera peligro. A su juicio, para cambiar esta realidad las autoridades tienen que fomentar espacios de concienciación y trabajar en el tema de infraestructura.

“Una ciclovía donde se note el impedimento del vehículo que pueda invadir ese espacio, tendría más facilidad de transitar una bicicleta. Habrá resistencia social, no va a ser un cambio fácil, pero se tiene que comenzar. Como dice la frase: ‘un viaje de mil kilómetros empieza con un paso’, y ese paso tiene que ser la infraestructura”, añadió.