Está más allá de ser un jugador descomunal en un día inspirado. Y es que si algo sabe Kendry Páez es explotar debilidades de los rivales. Necesita de confianza y de otros talentos.

Puede llegar al área con una secuencia de pases numerosos o en una individualidad, rompiendo las líneas que le niegan espacios, desenredando todo. Un jugador astuto al que el instinto orienta y el físico ayuda para meterse en cualquier brecha.

Depredador con ambición y obsesión. No cae en momentos de oscuridad futbolística: apuro, precipitación o falta de lucidez.

Elabora, combina pases, junta contactos, abre otro panorama. Es un jugador difícil de marcar, suelta la pelota a tiempo en el contraataque. Tiene inventiva e ingenio. Es más rápida la aceleración de su jugada que el reordenamiento defensivo adversario.

En espacios comprimidos, Kendry posee ductilidad en los controles para que la jugada no se diluya. Cuando gambetea corto muestra su gran manejo de cuerpo. Toca y pasa; entre dos rivales siempre hay un hueco, ninguna línea es hermética.

Acompaña como tercer delantero con su visión rápida para activar compañeros. Corre en el momento oportuno, de ahí que sus desmarques no son enérgicos. Gran lectura del marco de la jugada; si está rodeado, hace dos pasitos para adelante o a los costados. En el área sus movimientos son intuitivos, no tan razonados. Las posibilidades de gol, a veces las crea el equipo y a veces las crea él.

Los centros aparecen en los momentos de urgencia, cuando no hay mucha capacidad o lucidez para ver el juego y quieres que el gol aparezca como sea. Es un acto de desesperación.

Por fuera no se ganan los encuentros, se preparan las victorias. Se ganan los partidos en el interior de los últimos 18 metros. Cuando le entregan la pelota a Páez, la separa del obstáculo, resuelve situaciones antes que se produzcan, juega a placer, llena el área de pases. Tiene quince años de edad bien ecuatorianos.