La pandemia lesionó la vida de Jacqueline Bermeo Falconez: murió su padre. Esa partida, cuenta la mujer de 55 años, la sumió en una depresión profunda. No quería saber de nada, ni de nadie. Así estuvo al menos 9 meses, hasta que un día, tras insistencia de un hijo, tomó la bicicleta que le habían regalado y todo empezó.

Así es como la bicicleta, que “había estado arrumada en casa”, fue el vehículo que ya, por dos años, la ha llevado a un sinnúmero de sitios, de los que siempre vuelve reconfortada, planificando lo que será la ruta siguiente, porque hay semanas que pedalea todos los días. Y, cuando no sale, hace ejercicios en un parque cercano adonde vive, en el norte de Guayaquil.

”No paro, me niego a parar”, dice sonriente, motivada. “Desempleada, sin mi padre, me agarré del deporte para tener tranquilidad emocional y también física”, replica la mujer, antes de partir hacia la siguiente ruta: Los Lojas, Daule, que hizo el último sábado.

Desde su iniciativa hizo un llamado a la ciudadanía que practique ciclismo, que a ella le significó volver a la vida.

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