Fundación
El grupo de madres mantiene su vínculo y recibe apoyo de la fundación.Cortesía

Unidas para recordar a sus amores eternos

Un grupo de madres que perdieron a sus guerreros mantiene el vínculo y tienen apoyo emocional. Son parte de la fundación Ser Feliz

Ese día, volvieron a reunirse para recordar a sus guerreros. Hablaron de las comidas favoritas de sus hijos, de sus juegos, de lo que los hacía sonreír... Habían colocado en aquella mesa sus fotografías, les cantaron, rezaron, encendieron velas...

Aunque sus hijos perdieron la batalla contra el cáncer, ellas se mantienen unidas, como un homenaje a sus luchadores.

“Hay que recordarlos siempre con amor y sabiendo que ya no sienten dolor”, dice Lissett Ortega, quien dirige la fundación guayaquileña Ser Feliz.

La agrupación trabaja por los niños por cáncer y sus familias y no rompe ese vínculo aunque uno de ellos parta.

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Para ellas, quienes enfrentan ese duro golpe, la fundación creó el grupo ‘Amor eterno’. Además de reunirse a hablar de lo que sienten, ellas se mantienen en contacto por WhatsApp.

Una vez al mes acuden a la fundación a recibir charlas de la psicóloga Carol Obando. Exteriorizan su dolor, comparten sus recuerdos. Lo hicieron en noviembre pasado para el Día de los Difuntos.

Ese día hablaron también de Jade. Su mamá estaba por primera vez en la reunión del grupo. Las voluntarias contaron cuánto la querían, del sueño que le cumplieron, de lo mucho que amaba el pan de yuca.

Compartieron anécdotas, como lo hacen siempre. Ese día Michelle Armendariz no pudo estar, pero ha asistido a otras reuniones, en las que habla de la facilidad que tenía su hija Blanche para hacerse querer.

La pequeña murió en 2019 cuando tenía tres años. Sufría de un tumor, pasó por cuatro operaciones y era hija única.

Michelle recuerda lo duro que fue el proceso. Su niña nació con lo que describe como una especie de frejol en el muslo que luego se fue bajando. Al inicio los médicos que la atendieron creyeron que se trataba de un absceso y que había quitar toda el pus que había adentro. Pero la niña lloraba del dolor y aquello hizo que regresaran al hospital y detectaran que se trataba de un tumor. Luego, los resultados de la biopsia mostraron que era cáncer.

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“Es muy duro. En el grupo cada una vive el duelo de una forma diferente. Sabemos lo que pasa la otra, lo entendemos. Cuando uno de los niños del grupo parte, es como si fuera un familiar nuestro el que se va”, cuenta.

Ellas reciben apoyo psicológico y también kits de alimentos cuando llega ayuda suficiente para los beneficiarios de la fundación. Eso permite que puedan atender las necesidades de sus familias, al tiempo que agradecen ser parte de un grupo que tiene vivo el recuerdo de sus guerreros.