Buenavida

Luis Verdugo: “Lo he dado todo, no necesito más”

El más grande exponente de la lutería en Ecuador es fiel testimonio de orgullo nacional gracias a una vida consagrada al arte y la cultura.

Luis Verdugo, construcotr de pianos
Luis Verdugo,Karina Defas

En una tarde de truenos y granizo, la música del compositor Chopin y de una emotiva romanza de Corsino Durán -de las manos de Emilia Verdugo- vibran con fuerza a través de un imponente piano de cola, punto focal de la casa del maestro Luis Verdugo, donde nos recibe elegante y portentoso. Su sala fue adaptada como estudio de grabación, en la que grandes de la música impregnaron momentos inolvidables en el lugar.

Nacido el 12 de noviembre de 1931, don Luis sorprende por su buen estado físico. No usa lentes, escucha a la perfección y su mente aguda y lúcida le permite recordar prolijamente fechas y momentos que han marcado su destino las últimas nueve décadas. Jura que el secreto está en no tomar medicamento alguno porque simplemente no los ha necesitado. Sin embargo, una vida austera y sin excesos ha ayudado, más aún al ejemplificar la felicidad en estado puro: “He cumplido todas mis metas, no necesito más”, afirma.

Los minutos pasan y ya en confianza el maestro se suelta con un fino sentido de humor que celebro junto a su corta pero unida familia compuesta por su único hijo Daniel y sus dos nietas, Daniela y Emilia -en un equilibrado compás que resume una hermosa historia de amor y música-. Junto a ellos, forman parte nuclear doña Rosa Guerrón, quien ha trabajado muchos años en la familia, y su hija Érika Ruales, psicóloga y maestra de piano.

Días atrás, el maestro cuencano fue reconocido por su labor y aporte al arte ecuatoriano durante la conmemoración de los 135 años del Teatro Sucre, por parte del Municipio capitalino, ceremonia en la que su nieta Emilia ejecutó con sobriedad varias piezas en un piano de media cola de la firma Verdugo. Merecido y sentido homenaje en el que estuvieron presentes distintas personalidades. “He recibido varios reconocimientos en mi vida, pero este nunca me lo esperé, ¡fue una verdadera sorpresa! Y coincide con mis primeros 90 años de juventud (ríe)”.

Luis Verdugo, constructor de pianos
El maestro ecuatoriano recibió un reconocimiento por su aporte al arte ecuatoriano.Karina Defas

El destino, inexorable

A partir de los 9 años, fue parte del taller de su padre, Daniel Verdugo, a quien considera su mayor orgullo: “Por él soy lo que soy. Construía instrumentos de teclado, de armonio -utilizados en los servicios religiosos de las iglesias- y era un gran clarinetista. Éramos seis hermanos, pero fui el único que siguió sus pasos. Me enseñó a arreglar pianos y a tocar el clarinete, fui también un buen saxofonista”.

Con el ímpetu de los 17 y un sueño por cumplir, dejó su natal Cuenca en el año 47 para convertirse en concertista. No obstante, en el Conservatorio de Quito no lo aceptaron porque era demasiado ‘viejo’ para aprender. Cabizbajo y decepcionado, salió sin rumbo por la calle Bolívar… Pero cuál fue su sorpresa al escuchar, de pronto, su nombre al otro lado de la calzada. Eran unas monjitas de los Sagrados Corazones que lo reconocieron cuando él y su padre habían arreglado unos pianos en un colegio de Salinas. Inmediatamente, le pidieron arreglar y afinar 15 pianos del colegio Rumipamba, labor que cumplió con éxito. Luego continuó con 15 más de un colegio del centro de Quito y así han transcurrido más de 70 años afinando, restaurando y reparando pianos a nivel privado e institucional, hasta convertirse en una eminencia en el oficio como el único lutier de Latinoamérica junto a su hijo Daniel y su nieta Daniela, los que suman cuatro generaciones que embanderan el oficio.

“A estas alturas, ¿qué habría hecho si me hubiese hecho concertista? El de arriba es quien trazó mi destino”.

Cuarta generación de lutieres

Daniel fue su pupilo desde pequeño en el oficio de la pianotecnia, en el que está inmerso 30 años. Juntos iniciaron la aventura de ser lutieres al fabricar sus propios pianos Verdugo desde el año 94, una tarea titánica al considerar las dimensiones que implica un instrumento que tiene más de 12 mil piezas y que pesa ¡15 quintales!, como la comparación amerita. Ambos han producido varios en su taller, construcción que demanda tiempo y gran esfuerzo. Pero la recompensa ha sido más que gratificante cuando dos de sus pianos están en el Conservatorio Nacional y músicos de la talla de Raúl Di Blasio y Richard Clayderman los han tocado en concierto. Recuerda también cuando afinaron el piano de sir Elton John en su paso por Quito.

“Con mi padre hemos compartido toda esa historia, esa magia, las aventuras y el estrés que implica la reacción de cada pianista frente a nuestro trabajo. Hemos estado juntos en las buenas y las malas y ahora con la bendición de tener a mi padre en sus 90 años tan exitoso y saludable”, confiesa su hijo Daniel.

En la actualidad su nieta Daniela se suma al equipo con el contento y orgullo del padre y abuelo, respectivamente. Ella estudió piano en el conservatorio y es psicóloga clínica. Pero al finalizar la universidad, los genes, la herencia o la misma pasión pesaron más y se unió al taller Verdugo para convertirse en, quizá, la única mujer que ejerce este noble oficio. La más pequeña de la familia, Emilia, de 16 años, es una virtuosa de ese instrumento y contempla convertirse en concertista en un futuro no lejano.

“Para mí, la alegría más grande es haber estado involucrado en el mundo de la música y a través de esto haberme convertido en un profesional de la pianotecnia gracias a la herencia de mi padre, Daniel Verdugo. Creo que el alma de un ser humano se puede identificar a través de la música”, finaliza.

El maestro Verdugo junto a su hijo
En compañía de su hijo Daniel.Karina Defas

Su piano recorrió Alemania

El maestro recuerda cuando transportó en avión un piano construido por él y su hijo Daniel hacia Alemania -sin apoyo alguno-, cumpliendo un desafío del embajador de Ecuador en Alemania de aquella época, Horacio Sevilla (2006), quien le conminó a demostrar que Ecuador estaba a la altura de la fabricación de pianos de calidad.

El reconocido pianista ecuatoriano Boris Cepeda los acompañó en una gira de conciertos por varias ciudades teutonas con el aplauso y admiración propios de un país que se enorgullece por su alto nivel de fabricación de pianos.

La historia enorgullece al maestro Luis y a su hijo Daniel, quien afirma: “¡Los ecuatorianos no solo somos de camarón o patacones, también somos capaces de fabricar un instrumento de esta dimensión! Somos los únicos en Latinoamérica en construir pianos y eso es algo grande”.

Algunos reconocimientos

  • En 1954, Benjamín Carrión le otorgó una medalla de oro y un diploma como constructor de instrumentos.

  • En 1998, el Ministerio de Educación le entregó la Condecoración al Mérito Cultural de Primera Clase.

  • En 2003 el Gobierno le entregó la medalla Orden Nacional al Mérito, en el Grado de Gran Oficial.

  •  En 2007 recibió el el premio Pedro Pablo Traversari y el Congreso le otorgó otro reconocimiento.

  • En 2009 recibió una condecoración de la CCE por sus 60 años de labor artística.

Daniela Verdugo, nieta del lutier Luis Verdugo
Su nieta Daniela es pianista graduada en el conservatorio y psicóloga clínicaKarina Defas