Batumi
En Batumi, a orillas del mar Negro, se escuchan frases en hebreo y turco, ruso, árabe y ucraniano, armenio y azerbaiyano.EFE

Batumi, una vida entre el café y el mar Negro

Turismo: Hasta la persona más ocupada se contagia de paz y suelta su carga apenas llega esta ciudad de Georgia, ubicada a 380 kilómetros al oeste de Tiflis, en donde hasta la forma de caminar es más relajada

La georgiana y atractiva ciudad de Batumi, a orillas del mar Negro, se ha vuelto a llenar de turistas y por sus calles se escuchan frases en hebreo y turco, ruso, árabe y ucraniano, armenio y azerbaiyano. La diversidad es una de las características de sus gentes por cuyas venas, dicen, corre no solo sangre, sino también café…

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"Batumi fue fundada en un antiguo asentamiento griego de los siglos VIII-VII antes de nuestra era. Sin embargo, adquirió su carácter único de ciudad cosmopolita a fines del siglo antepasado", añadió.

Desde el siglo XVII a la fecha, la ciudad vivió bajo los dominios del Imperio Otomano, Gran Bretaña, el Imperio Ruso, la Unión Soviética, que dejaron huellas perceptibles en la arquitectura, los hábitos y las tradiciones, nadie preguntaba si eras georgiano o ruso, armenio o hebreo, griego o azerbaiyano.

"No hay mañana sin café", confiesa la pedagoga Keti Vasadze, oriunda de la ciudad georgiana de Batumi, en la que la vida fluye pausadamente entre una taza humeante y aromática de la popular bebida y el mar Negro.

Ese es quizás el principal don de esta urbe milenaria, que se alza a orillas del mar.

Para Vasadze, el desayuno tradicional con café, "marca el ritmo para todo el día y garantiza un buen ánimo incluso en la lluviosa temporada otoñal".

"Somos gente de tradiciones, nos ayudan a sobrevivir en los momentos más duros", afirma, y confiesa ser feliz en esta ciudad "multinacional y multiconfesional en la que priman la amistad y el amor".

Butami
Un parque en Batumi.EFE
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Y es en los patios locales de las viejas casas de dos plantas que se esconden entre los altos edificios modernos, donde quizás mejor se advierte este carácter.

Entre las casas se extienden largas tendederas en la que la ropa se mueve al vaivén del viento cálido y húmedo, es como si estuvieran atadas entre sí por lazos de amistad y parentesco.

Bajo el dominio del Imperio ruso su puerto se convirtió en un importante cruce de caminos entre Europa y Asia, función de importancia estratégica que mantiene hasta nuestros días. Aquí operan terminales de petróleo, carga y pasajeros.

CALEIDOSCOPIO MULTICULTURAL

No es necesario tocar a la puerta del vecino, siempre abierta de par en par para ofrecer lo necesario: un café, las últimas noticias o cotilleos, la alegría de otro gol del Dinamo Batumi, el club de fútbol local, una especie de caleidoscopio multicultural.

"Cuando jugábamos en los patios no sabíamos quién de nosotros era georgiano o ruso, armenio o hebreo, griego o azerbaiyano. Nadie lo preguntaba, ni nosotros, ni nuestros padres, que se visitaban entre ellos para tomar café y contar sus vivencias", rememora Vasadze.

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Y es que, según ella, se trata de "un estilo de vida" moldeado por el tiempo y "el dictado del mar" a lo largo de todo el año.

Sin embargo, la calma puede ser productiva: en verano, la ciudad prende el motor de la economía georgiana, el turismo.

Mercado de Butami
El mercado de Batumi.EFE

Con una población de apenas 350.000 personas, la república autónoma de Ayaria, de capital Batumi, fue visitada en 2019 por más de 2 millones de turistas, justo en el año en que Georgia recibió la cifra récord de visitantes de 9,3 millones y recaudó 3.300 millones de dólares en ingresos.

Después de que el Gobierno georgiano cancelase el toque de queda impuesto para frenar la pandemia, Batumi se ha vuelto a llenar de turistas y por sus calles veraniegas se escuchan frases en hebreo y turco, ruso, árabe y ucraniano, armenio y azerbaiyano.

Según el escritor noruego Knut Hasmun, quien visitó la ciudad en 1899, la vida en Batumi se asemeja mucho a la vida en América del Sur, donde "a la gente le gusta vestir a la moda, comer platillos refinados y beber champán".

"Esta diversidad de voces inherente a Batumi va más allá del turismo y tiene raíces históricas", dice el investigador ayaro Bagrat Tavberidze, autor de varios libros sobre la ciudad.

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"Batumi fue fundada en un antiguo asentamiento griego de los siglos VIII-VII antes de nuestra era. Sin embargo, adquirió su carácter único de ciudad cosmopolita a fines del siglo antepasado", añadió.

Desde el siglo XVII a la fecha, la ciudad vivió bajo los dominios del Imperio Otomano, Gran Bretaña, el Imperio Ruso, la Unión Soviética, que dejaron huellas perceptibles en la arquitectura, los hábitos y las tradiciones.

Butami
Disfrutando de las aguas del mar Negro en Batumi.EFE

CRUCE DE CAMINOS MARÍTIMOS

Fue justo bajo el dominio del Imperio ruso cuando su puerto se convirtió en un importante cruce de caminos entre Europa y Asia, función de importancia estratégica que mantiene hasta nuestros días.

Aquí operan terminales de petróleo, carga y pasajeros. Por el puerto fluye el 37 % del intercambio comercial del país, fundamentalmente petróleo y sus derivados.

A fines del siglo XIX la corona rusa declaró un régimen de libre comercio en Batumi que atrajo a miles de comerciantes, una pincelada más a la naturaleza cosmopolita de la ciudad.

Según el escritor noruego Knut Hasmun, quien visitó la ciudad en 1899, la vida en Batumi se asemeja mucho a la vida en América del Sur, donde "a la gente le gusta vestir a la moda, comer platillos refinados y beber champán".

Un modo de vida que jamás obstaculizó el activo desarrollo económico de la ciudad. Algunos de los hermanos Nobel fundaron veinte años antes de la visita del noruego una empresa petrolera en Bakú y utilizaron el puerto de Batumi para transportar el crudo.

En 1886 entre Baku y Batumi se trazó un ferrocarril y un año más tarde comenzó a construirse un oleoducto, puesto en marcha en 1904.

El oleoducto tenía una extensión de 835 kilómetros y funcionaba gracias a 16 estaciones de bombeo, todo al más alto nivel tecnológico. A lo largo del ducto se erigió una línea telefónica.

Anualmente desde Batumi se despachaban 900.000 toneladas de hidrocarburos, pero la revolución bolchevique de 1917 truncó los planes de los Nobel, que tuvieron que marchar a su patria, y sus propiedades fueron nacionalizadas.

CAMBIOS E IDENTIDAD

Durante la Primera guerra mundial Batumi fue ocupada por los turcos y los británicos, que se repartieron la ciudad. Entre 1918 y 1921 Georgia fue una república democrática independiente que incluyó a Ayaria y Batumi. Justamente desde su puerto marchó al exilio el Gobierno de Georgia cuando la Rusia Soviética tomó el poder.

Bajo los soviet, Ayaria se convirtió en una autonomía en el marco de la República Socialista Soviética de Georgia, condición que mantuvo durante siete décadas.

"Los cambios vertiginosos que tuvieron lugar en Batumi tras la sovietización se pueden ver en la novela 'Los vecinos de enfrente' (Les gens d'en fae) del famoso escritor policíaco francés Georges Simenon, que visitó nuestra ciudad en 1933", comenta Tavberidze.

En la novela el escritor galo describió la belleza de Batumi, que contrapuso al odio de clases que sentía una traductora local hacia el cónsul turco en Ayaria, por verle como un posible enemigo de la URSS.

El renacimiento de Ayaria comenzó tras la Revolución de las rosas de Georgia, en 2003, cuando el entonces presidente Mijaíl Saakashvili decidió convertir su capital en la tarjeta de presentación del país.

"Decidí adoptar Batumi", declaró el presidente, que llegó a celebrar una reunión del Gobierno en la azotea de un hotel moderno a medio construir.

"Realmente eso estimuló mucho el desarrollo de la ciudad, pero fue un proceso mal organizado, caótico", comentó la comerciante Ruzanna Lordikipanidze, quien celebró que las actuales autoridades georgianas también apostasen por mejorar la urbe.

Butami
Unos pescadores cerca del puerto de Batumi.EFE

Para ella, Batumi es una "ciudad especial".

"Decimos a menudo que por nuestras venas corre no solo sangre, sino también café. Desde los tiempos del Imperio Otomano los lugareños no pueden pasar un día sin tomar varias tazas de café y después adivinar el futuro en los posos", sonríe.

Batumi se acuesta a dormir tarde, como cualquier ciudad a orillas de mar. Los vecinos miran al cielo y adivinan si mañana lloverá o si podrán ir a la playa, pero solo después de un café.

Y es que, concluye, "la lluvia podrá frustrar un buen baño de mar, pero el café no lo frustrará ninguna tormenta".