Titulos y graduaciones
la palabra título tiene múltiples acepciones. Este artículo tiene un título. Los hay también de crédito y de propiedad; en tal caso se compra la propiedad, no el título. Pero en este siglo de las siglas hay títulos que antes se valoraban por los méritos de quien los poseía y que ahora tienen costos y hasta incluyen facilidades para obtenerlos. A este comercio de títulos no han escapado los nobiliarios, de príncipes, condes, etc., ni los que confieren universidades y politécnicas que facultan ejercer una profesión. Los centros de educación superior, asimismo, otorgan grados académicos de pre y posgrado. Al posgrado corresponden los de especialista, máster y PhD; este último está de moda en nuestro país, pues la ley lo exige para ser rector universitario o politécnico. Afortunadamente, la misma ley lo define como formación centrada en un área profesional o científica para contribuir al avance del conocimiento a través de la investigación científica. ¿Cuál posgrado es más valioso o útil a la sociedad? Ninguno asegura un mayor acervo de aprendizajes. Un graduado de PhD puede saber mucho del tema que investigó y poco de otros saberes.
Un grado es una unidad de medida, la altura que se alcanza, por eso se lo utiliza para referirse a la temperatura, a la cercanía de un parentesco. Admitamos el axioma: “el hábito no hace al monje”. Una graduación siempre es un hecho emotivo que representa la culminación de una etapa de estudios y merece celebrarse; pero debo referirme a la tupida artillería que se desencadenó por el delito de “estafa académica” atribuido al Dr. Roberto Cassís, exrector (e) de la Universidad de Guayaquil, por no haberse graduado formalmente como PhD. Conozco al Dr. Cassís, autor de varios ensayos científicos de los que carecen muchos PhD, y quien según sus pacientes es eficiente médico.
En el mundo internacionalizado e interdependiente de hoy lo importante no es saber, sino saber hacer, y como me lo enseñaron mis padres, hacerlo bien y correctamente. A fin de evitar estas situaciones, debe reformarse la ley para que un rector sea escogido con menos restricciones entre quienes tengan un posgrado. Y concluyo: existe un título que no lo oferta ninguna universidad, el de Señor. Ese se lo adquiere durante la vida, con nuestros actos, antecedentes y virtudes.
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