El tenis y Lenin

Amo el tenis, es el único deporte que juego desde mis 16 años porque a mí y a mis compañeras de La Asunción nos resultaba fácil cruzar al club Nacional y usar sus canchas. Aun ahora, abuela confesa, juego tres veces a la semana, con un extraordinario entrenador que me permite ganarle todas las partidas.

Esta semana me enteré de que el presidente Lenín Moreno es socio del club de tenis Buena Vista en Quito y como tal valorará las lecciones que este deporte da.

En el tenis dependes de ti y de tu habilidad para encarar el partido (o la presidencia), a diferencia de otros deportes, en donde todo depende de las habilidades del equipo. Ni el tenis, ni la presidencia son así. Cuando las cosas van mal no hay jugador a quién acudir, estás solo. Solo debes enfrentar continuos retos y problemas, unos menores, otros mayores. A todos ellos hay que afrontarlos y encontrar la jugada o la solución adecuada en el tiempo oportuno, demandando la utilización de habilidades de autocontrol, autoconvicción, resiliencia y alta autoestima para ganar el punto.

Así como los tenistas enfrentan rivales duros (yo tengo la suerte de un entrenador benevolente), el duro adversario del presidente es el mismo ejercicio del poder, en una cancha muy limitada, con una raqueta y una bola. La cancha la representan las leyes, normas y reglas. El único factor que él controla es la raqueta, y la bola al responder; el resto de factores no están bajo su control.

El ejercicio de la presidencia es como un calendario de torneos que debe jugar y enfrentar. Se le plantearán los problemas, algunos fáciles, otros no tan fáciles y muchos difíciles.

El partido comienza analizando al rival, al desarrollar las tácticas para enfrentarlo y al examinar los contratiempos para salvar los obstáculos. Obtendrá el éxito aquel que tenga una mayor resistencia, una gran fortaleza mental (tolerancia a la frustración, control de la ansiedad, concentración, etc.), y obviamente, una mejor técnica o conocimiento para salir adelante en cada situación de partido o de gobierno.

Nosotros somos solo el público expectante.