La única autoridad que ha pretendido dibujar la situación del impacto de las lluvias y el desbordamiento de ríos en Cotopaxi es el gobernador de esta provincia, Oswaldo Coronel. “Hay zonas que podríamos calificarlas como verdadero desastre”, dijo ayer en una entrevista televisiva.

Como este Diario informó ayer, el centro urbano de zonas rurales quedó bajo el agua por el desbordamiento de un río en La Maná, situación que se agravó con el cese de servicios básicos y más de un centenar de familias trasladadas a albergues, pese a todo ese escenario, no hay confirmación de pérdidas humanas, celebraba ayer el funcionario.

La factura más cara la cobran las carreteras. La vía a Latacunga-Pujilí-La Maná ha quedado completamente cerrada. “Entre el kilómetro 86 y el 110 de la vía a Pilaló, hay alrededor de 33 deslizamientos y entre el 110 y 120, hay tres sitios donde la carretera simplemente colapsó, para que tengan idea”, describió Coronel.

Ahora mismo las autoridades levantan información del impacto, mientras en tres albergues ubicados en Pucayacu, Siete Ríos y La Maná se intenta ayudar a las familias.

Son cuatro los cantones afectados: La Maná, Pangua, Pujilí y Sinchi, en donde se observan desde el fin de semana escenarios de verdadera consternación, con vías cubiertas de un río correntoso que, al bajar las aguas, deja total desolación.

Como en la zona cero, en el sector El Palmar, perteneciente al cantón Pujilí, en Cotopaxi, el panorama es igual. Todo el pueblo está bajo piedras y la fuerza del río no cesaba hasta la tarde de ayer.

En los rostros de las personas se percibe la impotencia de tener que haber salido de sus casas con lo poco que llevaban puesto. Segunda Cedeño, una mujer de 68 años, clamaba a Dios y pedía que la fuerza de la naturaleza se detenga. Afirmó nunca antes haber visto algo parecido. Su casa, sus animales y enseres... el trabajo de toda su vida arrastrado por la corriente.

Más de tres kilómetros de la carretera principal estaban perdidos por la fuerza del río. “Ha sido una verdadera tragedia”, refirió la moradora. Es cierto. Los postes de alumbrado eléctrico están tirados y los cables enredados entre las piedras. Unos cuantos animales, entre gallinas y perros, buscaban refugio en algún lugar seco. Otros no ganaron la guerra al agua de la creciente.

El ambiente es tenso. Más de 100 viviendas están abandonadas y sin nada que se pueda hacer. A unos metros del desastre, las personas miraban que ladrones no se lleven las cosas que pudieron salvar.

Esta zona está a tan solo 15 minutos del cantón La Maná. Alrededor de 21 militares del Grupo de Fuerzas Especiales 26 Cenepa, de Quevedo, están en el sitio para precautelar a los habitantes y evacuarlos.

Personal de Gestión de Riesgo estaba activado levantando información para la evaluación de los daños, pero al cierre de esta edición no había un número estimado de las pérdidas. Juan Rivera, morador de la zona, miraba con impotencia cómo su casa de dos pisos ya estaba a punto de ser arrastrada por la corriente.

Refirió que la noche del domingo, el agua empezó a golpear y de un momento a otro les tocó salir corriendo. Ahora personas voluntarias preparan comida para los que están en el sitio.

El vicealcalde de La Maná, Cristian Moreira, dijo que en Pucayacu la situación también es caótica, ya que unas cuatro viviendas han colapsado. En esta zona unas mil familias afectadas. Unidades educativas servirán como albergues estos días, y el Cuerpo de Bomberos de La Maná es el centro de acopio para receptar ayudas de alimentos. Ahora mismo, existen comunidades como Sarahuasi y de La Esperanza de Macuchi que se encuentran totalmente aisladas.