Responsabilidades
Hace poco más de un año discutíamos con un buen amigo si el rol de la televisión actualmente era -entre otros- educar. Este cuestionamiento nos los hacíamos a propósito de un “reality” de televisión que había generado polémica por la actuación de quienes participaban como jurado de la competencia, que era el objeto principal del programa. Esta semana, ante el estreno de una serie de televisión nacional en horario estelar, volvió a mi mente esa conversación, ante una serie -a mi criterio- con expresiones, gestos y comportamientos bastante vulgares de sus personajes, que incluso rayaban en lo inapropiado para el horario.
Lo más lamentable es que las opciones de los otros canales eran la transmisión de una narconovela o de un programa que “informaba” sobre crímenes, asesinatos, suicidios, etc. en la ciudad, narrados, desde mi mirada, en forma exagerada. Ante ello volví a preguntarme si la televisión tiene la misión de educar a la sociedad, ya que al ser un medio de comunicación masivo y directo para quienes son sus receptores, tiene la responsabilidad adicional de distraer, y de saber cómo hacerlo.
Me cuestiono si para elevar el índice de aceptación de un programa es necesario recurrir a la vulgaridad, a través de personajes que tratan de mostrar una vida cotidiana o de maximizar crudas realidades que sabemos existen.
Cuando vemos nuestra sociedad podemos notar que esta atraviesa por una importante crisis de valores, con distintos efectos que repercuten en ella. La familia y las instituciones de educación formal juegan un importante rol; sin embargo, la sociedad se mueve dentro de una dinámica en la que el aprendizaje se toma no solo de lo que se inculca en el hogar sino también de lo que escuchamos, oímos y convertimos como regular en nuestras actividades diarias. En ese contexto, la participación activa de todos en las redes sociales y los otros medios que informan y difunden se vuelve determinante para lo que una comunidad comienza a considerar válido.