Quo vadis, Ecuador...
Por primera vez en la agitada vida política del país se da el espectáculo de un vicepresidente de la República al que el presidente le quita las funciones que desempeñaba en su calidad de tal. Siempre fue al revés; el vicepresidente fue el que lo alejaba del poder al presidente. Por eso Velasco Ibarra en alguna ocasión dijo que el vicepresidente era un conspirador a sueldo. Pero en el momento actual, la resolución de Moreno demuestra un fino juego de ajedrez, una frialdad para tomar una decisión de esta naturaleza, y por qué no decirlo, mucho maquiavelismo. Lo que quiera que sea, lo cierto es que Jorge Glas nada tiene que hacer como vicepresidente, pues si ya no tiene funciones específicas y concretas qué cumplir, y no puede viajar en el avión presidencial, lo que le queda es hacer lo que él mismo afirmó, colocar en la sala de su hogar una fotocopia del acuerdo presidencial número 100 firmado por su compañero de fórmula como recuerdo de su paso por la vicepresidencia. Lo que es más increíble es que el defenestrado estuvo con el “defenestrador” en la misma papeleta electoral. Siempre fue la oposición la que se “comió” al presidente. Pero ahora la oposición la constituye Moreno contra Glas, y Correa y Glas contra Moreno. Luego de conocerse la resolución de Moreno, las redes sociales se encargaron de difundir el desconcierto, la desazón y por qué no decirlo, la dispersión de los seguidores de Correa y Glas frente a este gravísimo problema.
Es incuestionable que la resolución de Moreno tiene su origen en las versiones publicadas en relación con diálogos y videos en los que aparecen la figura y el nombre del vicepresidente. Nadie dice que él es responsable de algún acto ilícito. Pero un político debe ser más transparente que el vidrio, y estar alejado de toda clase de sospechas que puedan resquebrajar su dignidad y su buen nombre. No es tan fácil predecir cuál va a ser el capítulo final de esta tragicomedia. A la sociedad civil le toca exigir que la corrupción no quede en la impunidad, y que se imponga la verdad, por dura que sea.