Panorama. La oferta y la demanda. Unos ofrecen, mientras otros llegan en busca del servicio. En la vía pública se hace el enganche.

La prostitucion masculina llega a las puertas del casco historico

La Red de Trabajadoras Sexuales del Ecuador registra 3.000 sexoservidoras. No se incluye a quienes ejercen la actividad de manera clandestina. En estas cifras tampoco se consideran a los asistentes sexuales del sexo masculino que se ofrecen para hombre

El joven agita con su mano derecha una franela roja. Es una señal. Algo así como la luz que encienden los taxis para anunciar que están desocupados. Pronto tendrá cliente, dice uno de sus colegas que también espera.

Se trata de los muchachos sexoservidores que de seis a once de la noche se plantan en una de las esquinas aledañas a la entrada este de la plaza del Centenario. Se trata del arribo de la prostitución al casco histórico de la ciudad, justo al pie de la bocacalle que da inicio a uno de los sectores más activos económicamente: el ala este de la 9 de Octubre, intersección con Lorenzo de Garaycoa.

“Nunca habían llegado tan lejos”, dice uno de los policías metropolitanos que ronda el sector. Son cerca de 30 a 50 muchachos, de ambos sexos, -aunque la mayoría, del sexo masculino- que se plantan arrimados a los postes del alumbrado público; a los muros y a columnas de las edificaciones de este sector.

Pasadas las 20:00, el perfil de los usuarios de este servicio de la calle, cambia: personas civiles -de 40 a 50 años- y homosexuales, también mayores, que llegan en carros y los embarcan en sus carros o en taxi, con destino desconocido.

En los alrededores hay de dos a tres moteles que facilitan la atención para estos menesteres. Sitios en los que se paga el valor mínimo de 4,55 dólares el uso de cama. Alguno ofrece con ese pago habitaciones con aire acondicionado y TV cable.

Silban mientras esperan. Se toman una cola o simplemente conversan entre ellos. Visten ropa casual. Pantalones cortos, la mayoría, y camisetas con que dejan al descubierto sus brazos. Llevan una mochila y siempre van con una pose adecuada que demuestra que están ahí para atender cualquier demanda de tipo sexual.

Ellos se ofrecen mientras otros llegan a buscarlos. “Depende de la hora. De seis a siete de la noche, vienen desde abogados y oficinistas; encorbatados y con sacos”, dice uno de los uniformados del Circuito Victoria de la Policía Nacional que hace ronda por el sector y quien considera que son los usuarios de este servicio clandestino el verdadero problema.

Es como lo de las drogas: sin compradores desaparece la oferta. En este oficio se habla de puntos o de enganches. Hay quienes dicen que se hacen hasta tres servicios por noche. ¿El costo? De 15 a 20 dólares. Un valor que sí es posible negociarlo.

Los muchachos están ahí. Engancharlos es fácil, si es que no ocurre lo contrario. Un reportero de este Diario que se instaló al pie de uno de los monumentos -parte externa- de la Plaza del Centenario, fue tentado por uno de ellos. Se colocó a su derecha y lo miró de reojo. Minutos después, al no lograr una reacción, dejó caer algo. Cuando se sintió observado, sonrió e hizo un movimiento de labios, como quien dice: ¿Quieres? Como no hubo respuesta, volvió a su esquina.

De cinco de la tarde hasta cerca de la medianoche, ese sector de la 9 de Octubre se llena de estos muchachos. Entre ellos se mueven personas del sexo femenino -no más de diez- que también ofrecen servicios sexuales, además de tres transgéneros.

“Es un problema para el sector”, dice la administradora de uno de los negocios formales de la 9 de Octubre, abierto junto al soportal de un edificio patrimonial, donde cada día, se ubican seis mujeres. “Cuatro pasan todo el día. Las otras se suman por la tarde. La gente evita pasar cerca del local por eso”.

Justo una esquina que es el inicio de uno de los sectores económicos más activos de la ciudad. Con almacenes de electrodomésticos (algo más de 22), cadenas de restaurantes y oficinas. Un filón que otorga un atractivo para un tipo de servicio que hasta hace poco, se situó en la periferia del casco histórico.

“Hay que llegar a acuerdos”

Cinco o más jóvenes plantados en una esquina, no implica el cometimiento de un acto que sea condenado por las leyes, dice Billy Navarrete, del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CDH). Eso es lo que ocurre con el grupo de muchachos que cada tarde, de lunes a viernes, se ubican en el sector de la av. 9 de Octubre y Lorenzo de Garaycoa. “El trabajo sexual en términos generales está permitido para hacerse entre adultos y en la intimidad”, dice este activista, quien cree que si existe un riesgo, este se podría suponer como elemento circunstancial: explotación sexual, actividades delictivas de otro tipo. “Esto sí debe ser investigado por la Policía”, dijo. En torno al malestar que esta actividad genera en el vecindario y en los negocios, Navarrete considera que en este caso se debe llegar a un acuerdo, de tal forma que se establezca un horario y límites en el uso del espacio público. “Mientras no se exteriorice el servicio que ellos ofrecen, esto no es ilegal y no pueden ser discriminados.