Preocupante futuro
El Destino Manifiesto, convicción de los gobernantes estadounidenses del siglo XIX, fue que su país estaba predestinado a ser la principal potencia mundial. La base de sus principios puritanos permitió que a 1913 EE. UU. fuera la economía más grande del mundo y tuviera la renta per cápita más alta. Hoy Donald Trump con su lema Estados Unidos primero, quiere que los habitantes solo consuman productos hechos en el país; desea terminar con las multinacionales. Este nuevo episodio histórico forma parte de lo que estamos viviendo desde hace un par de décadas, el inicio del cambio del orden mundial (político, económico y social). Hoy ya no se habla de los Brics -desde la Gran Recesión del 2008-, pero China e India han comenzado a influir en decisiones mundiales, y en Rusia, Putin quiere ser el Pedro el Grande del siglo XVII y como tal, aumenta su influencia en su región. Las transformaciones en el orden mundial ocurren cada dos siglos. Cuando en la segunda mitad del siglo XVIII se pensaba que Europa continuaría beneficiándose de su Revolución Industrial, e Ilustración, apareció Napoleón y el continente se paralizó cayendo en el abismo de sangrientas guerras durante más de un decenio. En las transiciones todo se cuestiona, incluyendo lo que es beneficioso. Ahora se ataca a las empresas multinacionales que trajeron enormes beneficios a los países no industriales. ¿Qué hubiera hecho Ecuador sin Central & South American Cable Co., empresa propietaria del cable submarino usado para comunicarse con el exterior e interior desde 1882; Panagra, cuyos dueños, W. Grace y Pan American Airways por años volaron aviones comerciales y construyeron el aeropuerto usado durante tres décadas; Citibank, Bank of America y otros bancos extranjeros que modernizaron el sector bancario; el respaldo de las poderosas reaseguradoras extranjeras de los seguros vendidos por las nacionales; las empresas farmacéuticas extranjeras, etc. Hay muchas antorchas que quieren dar claridad al mundo, cuando lo que se viene es un futuro con oscuridad, donde se desconoce quién reemplazará a EE. UU. en el rol que ha durado un siglo.
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