El papelon de Venezuela y el Mercosur

En plena bonanza petrolera, cuando Hugo Chávez, como gobernante de uno de los países más ricos de América, pensó que podía convertirse en el líder sucesor de Fidel Castro, comenzó, a más de regalar petróleo a Cuba y los estados pequeños del Caribe, a crear organismos que él podía manejar ante la imposibilidad de captar para su lado a la OEA, como fue el caso de la ALBA, ya casi desaparecida. Luego impulsó a Brasil para formar la Unasur y decidió ir más lejos pidiendo su ingreso al Mercosur.

Quería estar en todas partes. Recordemos que el Mercosur es un proceso de integración regional instituido inicialmente por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. En fases posteriores pidió Venezuela incorporarse; y, Bolivia, siguiendo la corriente chavista, en proceso de adhesión.

Desde sus inicios el Mercosur ha promovido como pilares fundamentales de la integración los principios de democracia y de desarrollo económico, impulsando una integración con rostro humano. En línea con estos principios, se han sumado diferentes acuerdos en materia migratoria, laboral, cultural, social, convirtiendo al Mercosur en una región de paz y desarrollo.

Como, además de firmar su adhesión al tratado que crea el Mercosur, en 2012, era necesario adecuar sus normas comerciales y cumplir con otra cantidad de requisitos, Venezuela no lo hizo porque muchos de esos documentos no le convenía para su línea política, por lo que quedó en nombre, su ingreso. Primero, ese fue uno de los motivos por los que no pudo asumir la presidencia del organismo, cuando, por orden alfabético, le correspondía. Sin embargo, acostumbrado Chávez a tratar de imponer su voluntad, su sucesor creía que podía hacer lo mismo. El pobre señor Maduro, desconocedor de estas materias diplomáticas, y de muchas cosas más, dijo que asumía la presidencia, por lo menos, en nombre. Pero allí no quedó la cosa: envió a la señora Delcy Rodríguez, su canciller, a la reunión convocada a los miembros del Mercosur en Buenos Aires. Se le negó su ingreso, por no ser todavía miembro pleno, y creyendo estar en su país quiso entrar por la ventana, siguiendo el estilo chavista. Para evitar el papel ridículo que estaba haciendo, la ministra de Relaciones Exteriores argentina la hizo pasar a su despacho, le explicó cómo era el asunto y que, además, la sesión ya había terminado. No le quedó más, a esta ingenua señora, que darse unas vueltitas para tan bella ciudad.

Anécdotas vividas. A propósito de este papel ridículo que hizo la representante diplomática de Venezuela, me voy a permitir recordar a los lectores, una anécdota que viví durante mi representación en Naciones Unidas-Ginebra. En efecto, en la Asamblea General, que se realiza todos los años en Nueva York, se discutía la formación del Consejo de Derechos Humanos, cuyo mayor opositor era la delegación venezolana. Sin embargo, quedó constituido el nuevo organismo que funcionaría en Ginebra. Cuando se designaba a los miembros de la misma, Venezuela se candidatizó, lo que fue rechazado.

Comenté este hecho con el embajador de Cuba, hombre de gran experiencia, quien me dijo que todavía Venezuela tenía que aprender mucho. Que al nacer el régimen cubano de Fidel, en los organismos internacionales llevaban la contraria y se peleaban con medio mundo. Luego se dieron cuenta de que eso no llevaba a nada. Cambiaron de actitud y una de las demostraciones era que ellos sí habían sido elegidos en las elecciones a la que nos referimos.

Estado fallido. En conclusión, Venezuela, hoy un estado fallido, está perdiendo espacio en todos los organismos internacionales. Si tiene tantos problemas internos, si es la campeona mundial de la inflación en materia económica, si su pueblo se muere de hambre, si ya no pueden ni siquiera regalar petróleo, si cree que con la fuerza y la cárcel puede mantener detenida a la oposición, jamás va a ser escuchada en los organismos internacionales. Perdón, solo que recurra a la Unasur, si es que los presidentes o sus delegados aceptan reunirse, exceptuando, por supuesto, a Bolivia y Ecuador.

Terminaré con una frase del doctor Fernando Londoño: “Venezuela vive un milagro económico a la inversa”.