El diverso pero cohesionado movimiento de protestas de Israel, una reacción social espontánea que brotó hace tres meses cuando se anunció una polémica reforma judicial, logró la noche del 27 de  marzo un importante triunfo al forzar al primer ministro, Benjamín Netanyahu, a aplazar esa legislación, pero está decidido a mantener su pulso en las calles para enterrar definitivamente lo que considera un "golpe de Estado judicial".

"El gobierno de Israel no está deteniendo el golpe judicial por completo, las protestas nacionales continuarán. El anuncio de Netanyahu y sus socios extremistas ultranacionalistas revela que planean continuar con ese plan que dañará la economía y la seguridad israelíes", confirmó el liderazgo del Movimiento Paraguas contra la Dictadura en Israel, que aglutina varios grupos civiles contra la reforma.

Acorralado por las protestas y la convocatoria de una huelga general, Netanyahu se vio obligado ayer a posponer la tramitación en la Knéset (Parlamento israelí) de las leyes de la reforma judicial, en particular la controvertida ley de elección de jueces -que da al Ejecutivo control del comité de nominación de jueces-, cuya aprobación definitiva estaba programada para esta misma semana.

La reforma incluye otros aspectos polémicos como la "clausula de anulación", que permite que una mayoría simple parlamentaria revierta fallos del Supremo; o la posibilidad de blindar leyes de revisión judicial, vistos por sus detractores como un amenaza para la democracia al socavar la independencia de la Justicia.

Ante la presión social, con el récord de 650.000 manifestantes en todo el país la noche del domingo, con reservistas y pilotos de élite negándose a asistir a maniobras, empresas sacando su capital y con una huelga general convocada ayer mismo por los sindicatos -que llegaron a paralizar el aeropuerto por varias horas-, el primer ministro dio su brazo a torcer y tendió la mano a la oposición.

Aunque no era la primera vez que desde la crisis desatada por la reforma judicial que Netanyahu ofrecía un diálogo a la oposición, sí que era primera vez que lo hacía frenando la tramitación de la legislación, lo que ha permitido que ahora estén dispuestos a escucharle.

El presidente Isaac Herzog -que lleva semanas tratando de mediar e incluso planteó una reforma alternativa, inmediatamente rechazada por el Gobierno- se ha apresurado a aprovechar esta nueva oportunidad y ya ha invitado a una mesa de diálogo auspiciada por él mismo a Netanyahu y a los líderes de los dos principales partidos de la oposición, Yair Lapid y Benny Gantz, para "lograr un amplio consenso".

"El Presidente solicitó a las partes nombren grupos de trabajo", confirmó hoy la oficina de Herzog, quien también quiere invitar a las conversaciones a otras facciones políticas y a representantes de la sociedad civil.