Los tiempos van cambiando y dejando atrás diversas costumbres o rituales que, anteriormente, se les practicaba para honrar a las personas que morían. Por ejemplo, en el sector peninsular uno de estos hábitos era el denominado ‘cordón de muerto’ que obligatoriamente se le colocaba en la cintura a los difuntos. 

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Los deudos creían que la pequeña soga le serviría al difunto para defenderse de los demonios que supuestamente se le presentarían en el camino al cielo. También se creía que la cuerda la utilizaría el difunto para venir a castigar a sus allegados cuando sus familiares cercanos se portaban mal o no le colocaban las ‘mesas de muerto’ en la época de los difuntos.

“Cuando se moría una persona, un grupo de parientes se unía para elaborar el cordón, se lo tejía a mano con piola de color blanco. Esa cuerda tenía, aproximadamente, dos milímetros de espesor”, recordó el historiador José Villón Torres, quien lamentó que aquella ya no se practique. 

Pero no solo ‘el cordón de muerto’ ha desaparecido, también ya no se confeccionan ‘las coronas de papel’ que se las hacía de acuerdo con la edad del fallecido. Las cuerdas de color blanco las usaban los niños, las celestes y azules para los adolescentes, las lilas y negras para los mayores.

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“Si usted ve ya las coronas no se usan, eso desapareció totalmente”, lamentó Félix Lavayen, director de la Casa de la Cultura de Santa Elena. Lavayen también recordó el retazo de tela blanca con una cruz de color negro que se colocaba en la puerta o una de las ventanas de la casa; aquello significaba que en esa vivienda estaban de luto.

Las familias debían conservar el fragmento de tela por un año que les duraba el luto. “El modernismo terminó con varios hábitos que duraron decenas de años. Antes los deudos debían lucir ropa negra por un año y no asistir a fiestas”, señaló Iván Cruz, activista cultural.

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