Mirar al campo

La “vocación agrícola” es un estribillo permanente en la narrativa ecuatoriana. Allá por la década de los setenta, el Gral. Rodríguez Lara prometió “sembrar el petróleo” pero sus buenas intenciones terminaron en el pozo ciego de la deuda externa que se llevó los ingresos petroleros del último cuarto del siglo XX. La jerga política se ha preocupado de la reforma agraria y ha dejado todo más o menos tal como está. La retórica del gobierno anterior y su cambio de matriz productiva terminó siendo un torrente de babosadas pues de los US$ 90.000 millones de inversión pública, menos del 1 % fue dirigido hacia la agricultura y sectores relacionados. Entretanto, en el sector primario conviven, por una parte, el estado del arte en materia de gerenciamiento, las tecnologías de punta, el manejo de bases de datos y conocimiento de mercados, y la capacidad logística y sofisticación internacional, con las prácticas artesanales y la economía de subsistencia.

Si se quiere mirar al campo hay que empezar por entender la naturaleza de los retos y apreciar el potencial subyacente; saber diferenciar la producción transable de la no-transable y la potencialmente transable; reconocer la diversidad como una constante de la economía y aceptar la importancia de los aspectos sociales y culturales propios de cada localidad. A la empresa moderna hay que dejarla hacer lo suyo, que lo sabe hacer con eficiencia, productividad y competitividad pues, por la fuerza de las circunstancias, los productores deben aprender a manejarse en los mercados internacionales.

La tutela social se justifica si entiende las necesidades y circunstancias de los productores y campesinos; de los millones de ecuatorianos que constituyen una importante reserva empresarial pues día a día enfrentan exitosamente los riesgos de sobrevivir. Hay que soltarse del “corralito” retórico y transitar desde una economía de subsistencia a una economía moderna, donde la promesa de prosperidad es real. Si habrá de ser útil, la visión del campo demanda transmitir información relevante para los productores; promover el diseño y vigencia de esquemas de comercialización y almacenamiento que permitan equilibrar la apropiación de rentas entre productores e intermediarios; transferir el manejo y comprensión de las herramientas empresariales incluyendo la contabilidad de costos, las finanzas y el buen uso de los seguros y del crédito; y promover la adopción de las mejores prácticas agrícolas, el control de plagas, el uso de suelos, la aplicación de fertilizantes y el cambio climático. No se puede ignorar la creación de infraestructura de transporte y dotación de agua, de investigación y desarrollo de semillas y variedades. Debemos, finalmente, estar conscientes de que todo este vertedero de conocimientos requiere vincular a la academia, la comunidad, el público, los agentes de producción y las cadenas de valor.

El sector primario y rural es el más importante de la economía. Nos da de comer y produce los saldos en la chequera nacional, aparte de albergar a los ecuatorianos que se encuentran en las condiciones más vulnerables. Solamente cuando adquirimos la visión global podemos afirmar que estamos volviendo la mirada al campo.