Alfonso Patiño, heredero de un local de venta de plantas medicinales ubicado en las calles Pedro Vicente Maldonado y Piedrahíta, en el centro de la ciudad de Esmeraldas, dice que su local se ha mantenido durante más de 50 años gracias a que la cultura anc

La medicina ancestral es una alternativa en Esmeraldas

Las plantas más utilizadas para este tipo de curaciones ancestrales son el gallinazo, ruda, flor amarilla, la planta del achiote, no solamente es la parte medicinal, sino parte del ritual ‘espiritual’.

La medicina practicada en los sectores afroecuatorianos de la norteña provincia de Esmeraldas ancestralmente, está basada en las creencias populares locales y su fe en los resultados de sus curaciones.

Es común en la mencionada provincia el diagnosticar los padecimientos de las personas como mal de ojo, espanto o mal aire.

“Estás ojeado”, le dice María a su esposo Juan Carlos Ángulo antes de enviarlo donde los Goyes a recibir un “tratamiento”, ellos son una familia que se dedica a curar este tipo de males en la ciudad de Esmeraldas.

Ángela Goyes heredó los conocimientos de su abuela Julia Lucía Klínger, una maestra oriunda de la parroquia Rocafuerte, cantón Rioverde, quien aprendió el oficio de curandera en el sector norte de la Provincia Verde.

Ahí los curanderos eran amos y señores en lo que a manejo de la salud de los habitantes se refiere. Curaban el mal de ojo, el susto, el espanto, el mal aire, los bichos, etc.

Para ello se valían únicamente de los montes nativos que recolectaban en la zona selvática del norte de Esmeraldas.

Ángel Goyes, hermano de Ángela, es maestro en una escuela local y uno de los practicantes de estos métodos de sanación.

Explica que se usa una cinta de color rojo como instrumento base de medición del grado de energía que afecta a la persona. “Básicamente, agrega, el ojo y el espanto son energías que transmite una persona a otra, en ocasiones sin darse cuenta”, comenta Ángel.

José Chila, un habitante del sector norte de la capital esmeraldeña, llegó al consultorio a las 11:00 del pasado miércoles presentando un cuadro de malestar general y dolores a las articulaciones, cree haber sido “ojeado”.

Es atendido por Ángela, quien le pide que se quite la camisa mientras escucha los detalles sobre su malestar. “Tuve una fiestita en mi casa, invitamos a muchos amigos y parece que alguno de ellos me ojeó sin querer, porque estábamos pasando bien y bailando bonito”, contó Chila.

La cinta roja determinó que José Chila no tenía mal de ojo, sino espanto. Fue sometido a un tratamiento a base de plantas como chivo, paico, gallinazo, flor amarilla, ruda y otras.

“Yo siempre vengo para acá, a mi esposa y a mis hijos los traigo cuando se sienten mal, si ellos me dicen que no es ojo ni espanto, entonces los llevo donde un médico”, agregó el paciente.

Tanto Ángel, como su hermana Ángela, dicen que los casos de mal de ojo han disminuido y los casos de espanto aumentado. “Luego del terremoto del 16 de abril, en ocasiones nos llegan hasta 20 personas a tratarse en un día, todos ellos sufren de espanto debido a la impresión que les ocasionó el sismo”, explicó Ángel.

Es que, según la medicina ancestral, el espanto o susto es una concentración de energía negativa que se produce luego de una impresión fuerte, en este caso el terremoto del 16 de abril fue el detonante.

En el caso del mal aire, Ángela explica que eso da cuando una persona acude a un velatorio, sepelio o cuando recibe un viento fuerte, ya sea frío o caliente. “Son pocas las personas que tratamos por mal aire”, dice la curandera.

Usualmente no cobran el tratamiento, pero reciben colaboraciones voluntarias a cambio. (F)