Manabí. Los rezagos del terremoto no han sido borrados. Una mujer ingresa a su casa, aún con daños varios.

Manabi siente que la tarea de reconstruir sigue pendiente

2.952 millones de dólares se usaron, hasta febrero pasado, para la reconstrucción.

La reactivación se siente a medias en la ‘zona cero’. Tras dos años del terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter, en Manabí, el resurgimiento en la parroquia Tarqui de Manta y en Portoviejo sigue sin notarse. Los trabajos de recuperación avanzan a paso lento y el comercio, una de las fuentes más importantes de la economía local, es casi nulo.

Lo dicho se respalda en un recorrido que hizo EXPRESO por la zona. Edificios completos están desocupados, casas deshabitadas, solares donde las viviendas y edificios colapsaron con el movimiento sísmico, terrenos con cercas improvisadas y otros en abandono. Los trabajos más notorios están en algunas calles. Las municipalidades reparan, todavía, las huellas de la tragedia de 2016.

“Se ha perdido mucho el comercio. Si bien se hicieron arreglos ya nada es lo mismo”, dijo Eduardo, quien no quiso dar su apellido porque sus familiares aún buscan que el Ministerio de Vivienda los tome en cuenta para entregarles una nueva casa.

Carlos, que vivía de las ventas antes del terremoto, afirmó que los arreglos de la última semana en la Bahía de Tarqui se realizaron porque hoy, a las 18:00, habrá una misa en conmemoración a las víctimas del terremoto. Estarán presentes autoridades nacionales.

No es la única queja. Janeth, que tampoco da su apellido por la esperanza de una dádiva gubernamental, vive a una cuadra de la Bahía y cuenta que hace poco iniciaron los trabajos en el lugar. Es decir, en el Gobierno actual.

Los moradores del lugar recuerdan con nostalgia el movimiento económico que generaba la Bahía de Tarqui, ahora el lugar es una gran explanada llena de arena. En sus calles aledañas, las avenidas 107, 108, 109, y la calle 104, los negocios permanecen cerrados y el paso de la gente es aún restringido.

El panorama es el mismo en la zona más afectada de Portoviejo. “En esta zona no hay recuperación, todo está muerto”, señaló Mayra Quijije.

Ella, como todos sus vecinos, piden cuentas de los recursos que se entregaron por la Ley de Solidaridad para la recuperación. En el lugar saben que el resto de ecuatorianos pagaron más impuestos para financiar su reconstrucción. “La zona comercial la mandaron para otro lado afectando a los pocos negocios que quedan ahí”, sostuvo Wilman Rodríguez, que recorría la zona en compañía de su hijo de ocho años.

Mercado con pocos clientes

Sobre el nuevo mercado de Tarqui, en Manta, hay diferentes criterios. Unos hablan de haber mejorado las ventas en un 50 %; otros que “solo es por temporada”. Hay quienes sostienen que cuando pasan las fechas especiales (Navidad o ingreso a clases) no hay ventas. Sin embargo, todos coinciden en algo: la solicitud al Municipio de Manta para que incrementen las rutas de buses hacia el lugar.

Isabel Cutiopala, quien tiene un local de ropa interior en el Nuevo Tarqui. Ella sostiene que por el ingreso a clases aumentaron “en algo” las ventas. Cree que pasadas esas fechas no habrá negocio. ¿La razón? Las líneas de buses dejan a la gente “muy abajo” y no llegan hasta el sector.

El malestar se extiende a todos los comerciantes. Elías Naranjo, quien vende zapatos deportivos y su colega Mauro Mendoza, piden acciones urgentes. “Aquí estamos más ordenados y no hay el peligro de los carros, pero no hay reactivación de la economía”.

Canoa se reactivó con su propio Cuerpo de Bomberos

Canoa vio el vaso medio lleno. La parroquia del cantón San Vicente, en Manabí, aprovechó el terremoto del 16 de abril de 2016 para exigir una estación de bomberos. Lo consiguieron sobre la base de la organización social.

Canoa fue una de las poblaciones más golpeadas durante el terremoto. Su afectación, según datos oficiales fue de casi el 95 % de las estructuras. Quedó aislada por un deslave y su principal fuente de ingresos, el turismo, se apagó.

Al mal tiempo, cuentan sus habitantes, buena cara. Con colectas y colaboración ciudadana lograron obtener una estación con ocho bomberos voluntarios y 20 jóvenes entre hombres y mujeres que realizan el curso para ser parte de la “casaca roja”. 9.000 habitantes, repartidos entre 36 comunidades, están bajo su cuidado.

Aún falta mucho. Al momento funcionan en una pequeña oficina con un baño que obtuvieron al apropiarse de lo que queda del Colegio Nacional de Canoa que fue destruido por el terremoto. Sin embargo, no tienen movilización, ni un camión motobomba, ni ambulancia, ni camioneta, aunque cuentan con todas las herramientas para poder cumplir con sus labores. Los bomberos de España les dieron una donación de 40.000 euros en equipos, contó a EXPRESO, Franklin Benavídez, el primer comandante de esta compañía.

Para atender las emergencias se movilizan en taxi, moto o corriendo con los implementos cargados en la espalda. El servicio se ofrece solo en la noche porque, durante el día, los bomberos trabajan o estudian.

Miguel Benavídez, que estudia Ingeniería en Gestión de Riesgos, cuenta que no reciben sueldo por el trabajo. Esa fue, dicen los entrevistados, “la única forma” de que la alcaldía de Canoa les dé la vida jurídica.

El Municipio los reconoció legalmente luego de que presentaron una solicitud con más de 200 firmas de apoyo.

Momentos de la tragedia del 16A

Guayaquil

Un puente cayó y aplastó un vehículo y a su ocupante. La ciudad sufrió daños en algunos de sus edificios y sus pasos elevados.

Pedernales

Fue otra de las poblaciones fuertemente afectadas. Solo en el derrumbe del hotel Royal, de cinco pisos, murieron unas 50 personas.

Rocafuerte

Buena parte de las carreteras de Manabí quedaron inservibles. En Rocafuerte, la vía principal se abrió en dos y tuvo que ser reconstruida.