La herencia de Rocafuerte de 1847

hoy recordamos 170 años de la muerte del ilustre guayaquileño y expresidente del Ecuador, el primer ecuatoriano que accedió a esa importante magistratura de la república naciente: don Vicente Rocafuerte Bejarano (1783-1847). Fue jurista, escritor, pensador, prestigioso líder y fundador del liberalismo de la primera mitad del siglo XIX. También fue un forjador y constructor del régimen republicano.

El país lo valora no solo como impulsador del Estado nacional, sino además como un estadista y gobernante de gran prestigio, nacional e internacional. Fue diplomático del primer gobierno mexicano y de la Gran Colombia, etc. Es recordado como uno de los grandes líderes que desde esta ciudad y región aportó mucho para hacer del Ecuador naciente una nación reconocida y valorada en Hispanoamérica.

Puso todas sus energías, en pensamiento y acción, como hombre público, ideólogo y político para que el Ecuador se desarrolle y crezca por cauces alejados del caudillismo, despotismo y totalitarismo. Fue un decidido impulsador de la educación y del laicismo. Gran ejecutor de la tolerancia religiosa y de la secularización social.

Por sobre todo fue un político y estadista que siempre impulsó y defendió la libertad de pensamiento y de prensa. No obstante que tuvo grandes opositores, jamás amenazó ni persiguió a los periódicos que publicaban críticas sobre su gobierno. Desgraciadamente sus obras aún permanecen desconocidas, en su contenido y profundidad, por los ecuatorianos. Especialmente por los guayaquileños.

Es hora de que el sistema educativo revalorice y reposicione las ideas de este importante estadista, pues no cabe que se impulse el conocimiento y difusión de autores extranjeros de izquierda mientras el pensamiento de este prestigioso ideólogo, que hizo mucho por la educación, permanezca en la sombra e ignorado. Recordemos algunas de sus ideas:

“Donde existe la libertad de prensa el engaño cesa, la intriga queda avergonzada, la ambición confundida y la hipocresía descubierta”. “Algún día hemos de empezar la época de las reformas, y hablar a los pueblos con hechos y no entretenerlos con promesas que después no se cumplen nunca”. “La bondad de un gobierno reside en el mayor ejercicio de la inteligencia, y en el respeto que los gobernantes deben a las libertades legítimas de los gobernados”.