Los guetos modernos

En un área de una milla cuadrada (como la del barrio Los Ceibos) los nazis hacinaron a 400 mil judíos: era el gueto de Varsovia, donde los apresaron hasta enviarlos a los campos de exterminio de Auschwitz o Treblinkla. Eran tiempos en que la crueldad estaba legalizada. Desde entonces, creía que los guetos eran cosa del pasado, tan ajeno y tan lejano.

Pero no. Leo el decreto que reconoce el hacinamiento de hasta el 100 % en solo algunas cárceles del país y recuerdo las imágenes de la última vez que vi una por dentro. O sea, hace 20 días. No será el gueto de Varsovia. Y sin embargo, le copia la ruindad y la miseria.

Yo creo que el Gobierno miente: enero de este año, las cárceles de Ibarra y Quito tenían una superpoblación del 150 % y la de Jipijapa del 270 %. ¿Cómo la bajó si no ha hecho nada que evidencie el descenso?

En ese mes, las cárceles pasaron a ser manejadas por un proceso llamado, vaya fanfarronada, “Servicio de Atención Integral”, que forma parte del, vaya cinismo, “Sistema de Rehabilitación”. El proyecto fracasó: no hizo un edificio nuevo, no detuvo el monopolio de contratos como el de alimentación, no capacitó guardias, no modificó las normas que alientan el vejamen y obstaculizan las visitas a los reos: la cantidad de prohibiciones que debe cumplir un visitante es perversa: conté al menos 16.

Leo el decreto y recuerdo a los presos: veo sus cuerpos rotos, famélicos, casi desnudos. En varios pabellones en Guayaquil hay cuartos con 6 u 8 reclusos: no hay camas, colchones, ventanas... Muchos son delincuentes, sí. ¿Y? ¿No tienen derecho a dormir en un catre o recibir una visita decente de sus abogados? Las madres hacen cola 5 o 6 horas para verlos 15 o 20 minutos; a veces ni eso.

“Las cárceles son el fiel reflejo de nuestra sociedad, de cómo el poder patriarcal y dominante somete a otras personas”, dice la presidenta de la fundación Inredh, Mónica Vera. Sí, lo son. Y algo más: son los guetos modernos donde condenamos por partida doble a los delincuentes chiros de la patria. A los que roban por millones no: esos aún viven aquí, en sus mansiones. O veranean prófugos en Miami.