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Enmendar la herencia

Con más o menos empatía, el país aceptó el discurso de que el Gobierno de Lenín Moreno recibía en 2017 un país con una herencia de deudas más grande y más difícil de manejar de lo previsto. Pero la comprensión, que se ha venido estirando a lo largo de dos años y medio largos, se agota. El Ejecutivo recibió un legado complicado, pero se le acaba el tiempo para enmendar los tropiezos.

El presidente Moreno prologaba el anuncio de la retirada de subsidios a la gasolina con un mensaje de reivindicación: “Da la impresión de que no tomo decisiones, pues yo creo que es solo impresión (...). Tengo valentía y me sobra para tomar decisiones”. Quince días después, ante una ola de protestas más inmanejable que la herencia de deuda pública, dio marcha atrás. Desde entonces el país ha recuperado esa sensación de inmovilismo. No es paz y no es tranquilidad. Es, como dicen uniformados, una calma tensa que podría ser preludio de un nuevo estallido. Será social, será económico o será subversivo. Quién sabe. Lo cierto es que las reformas puestas sobre la mesa son más de lo mismo, más de lo que lleva planteándose desde 2017: un gran plan en papel que no tiene eco en las cifras ni en el rumbo del país y que deja para el siguiente mandatario la cuenta pendiente de la última década y de los cuatro años que la siguieron.