Tanto Luisa González como Daniel Noboa han pasado por la Asamblea Nacional y saben cómo funciona. Ambos saben que en caso de llegar ganar la presidencia tendrán que lidiar con algunos bloques y acordar con otros. Saben que necesitan la mayoría para gobernar con absoluta calma política, apenas 15 meses si su anhelo es reelegirse en un año, cuando tengamos nuevas elecciones presidenciales. Por su parte, los asambleístas también saben que no pueden hacerle la vida imposible al nuevo presidente porque se exponen al rechazo popular un año más tarde.

Tal como está el conteo al cierre de esta edición, la bancada de la Revolución Ciudadana nuevamente será la más numerosa, aunque sin mayoría absoluta. Su misión, como siempre lo ha sido desde 2018, será consolidar una bancada poderosa que le permita el retorno de su líder. Si su candidata gana la Presidencia intentará reformar la constitución. Si pierde, buscará acuerdos con el ganador a cambio de controlar ciertos jueces. La segunda fuerza política será el movimiento Construye, un reencauche de Ruptura 25, liderado por María Paula Romo, quien, a cambio de facilitarle la candidatura a Fernando Villavicencio, puso la mayoría de los candidatos a asambleístas. 

Con el asesinato de Fernando Villavicencio y los votos de Christian Zurita, este movimiento y la exministra de Lenín Moreno serán fichas importantísimas en el ajedrez político. En tercer lugar aparece, hasta ahora, el movimiento ADN, que también fue parte del gobierno del expresidente Moreno y que ahora llega a la Asamblea por su respaldo a la candidatura de Daniel Noboa. Tendrá un bloque importante y aunque sus principales asambleístas son novatos y casi desconocidos, deberán conseguir la mayoría en la Asamblea si Noboa gana la Presidencia. 

En cuarto lugar llega el Partido Social Cristiano (PSC), que de la mano de Jan Topic se niega a desaparecer. Sin duda, Jaime Nebot hizo una excelente jugada: apoyó a un candidato carismático, con grandes recursos económicos y con un discurso basado en la seguridad que siempre ha sido caballo de batalla de los socialcristianos. Han logrado mantener un bloque importante que, si vuelve a pactar con la Revolución Ciudadana, estarían muy cerca de lograr la mayoría entre ambos. Sin embargo, el ánimo de Nebot y su partido no parece ser el de entorpecer, sino más bien el de conciliar.

Como siempre, veremos a los pequeños movimientos locales con asambleístas provinciales que jugarán a inclinar la balanza hacia cualquier lado a cambio de prebendas. No veremos una mejor Asamblea que la anterior, ni un mejor nivel de asambleístas. Quizás serán menos estridentes, más cautelosos, pero muy pocos tendrán la capacidad legislativa que requiere nuestro país.

Esperemos los resultados definitivos. Hasta ahora son parciales y aún falta por definir algunos puestos. Por ejemplo, Sociedad Patriótica, del expresidente Lucio Gutiérrez, se disputa palmo a palmo un escaño nacional con el movimiento Claro que se Puede, que respaldó a Yaku Pérez. En Guayas, el PSC está disputando el segundo lugar con ADN y Construye; en Pichincha, el movimiento Construye les quita enorme espacio a todos los otros partidos. Lo mismo sucede en todas las provincias. No obstante, el poder en la próxima Asamblea Nacional quedará repartido muy próximo a como lo hemos analizado. Con dos nuevas fuerzas políticas que antes casi no existían, con una Revolución Ciudadana que conserva su espacio y un PSC que aún respira, cuando muchos lo daban por muerto.