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Oscuridad. La niña, de 12 años, camina todos los días alrededor de una hora hasta poder tomar un bus.ÁNGELO CHAMBA / EXPRESO

Educación rural: una travesía entre lodo y penumbra

Dayana Cisneros emplea cuatro horas para ir a clase; EXPRESO la acompañó durante el áspero trayecto

En el áspero camino de 15 kilómetros que separa a Dayana Cisneros de su colegio hay  culebras, zorros... No se detiene a pensar en lo peligrosa que puede ser esa senda atestada de piedras y quebradas. Está acostumbrada. En ese trayecto de ida y vuelta entre su casa, ubicada en la comunidad de Colestambo, hasta el cantón Sigchos (Cotopaxi), emplea cuatro horas diarias para acceder a la educación.

Son las 04:00 de la madrugada. El canto del gallo ha despertado a la familia. La madre de Dayana, doña Fanny Yugcha, enseguida enciende la leña para calentar sopa de avena y papas en una olla vieja y envuelta en hollín, mientras la niña, de 12 años, se pone unas botas de caucho, cubre su espalda con una cobija térmica y la cabeza con un gorro de lana.

La temperatura alcanza los tres grados centígrados. Hace mucho frío. El vaho que el cuerpo exhala por la boca se esparce en el ambiente. Entonces, para calentarse, se sientan alrededor del fogón. Dayana toma la sopa de avena. Fanny mueve los troncos de leña para mantener viva la candela.

ESCUELA RURAL
Uniforme. Cuando llega al pueblo, corre a donde una tía para ponerse la ropa para asistir al colegio.ÁNGELO CHAMBA / EXPRESO

Cuenta que Dayana nació el 18 de febrero de 2006. A las 03:00 de una fría madrugada del lunes. La madre no pudo ir a un hospital por la lejanía. Entonces doña Luz María Yugsi, abuela de Dayana, se convirtió en una partera y asistió a su hija. Hoy bromea: “Por eso le gusta despertarse tan temprano, porque justo a esta hora vino al mundo”. Y ríen todos en una cocina con piso de tierra y paredes de bloque.

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Son las 04:20 y hay que partir a la Unidad Educativa Sigchos (del Milenio). Casi siempre, Dayana va sola. Pero esta vez la acompañará su madre. [Seguramente porque no confía en el equipo periodístico]. Se despide de su abuela y arranca con la impavidez de que esta travesía ya no es una travesía para ella.

A mi nieta Dayana le gusta despertarse temprano... lo hace en la madrugada porque a las 03:00 vino a este Mundo. Yo ayudé a que mi hija diera a luz”.

LUZ MARÍA YUGSI
Abuela de la niña

Cuando voy al colegio y veo una serpiente cojo una piedra y le doy en la cabeza... Mi materia favorita es inglés y cuando sea grande quiero ser policía”.

DAYANA CISNEROS
Estudiante

Antes, el padre de la niña, don Rolando Cisneros, le dice que tenga cuidado con las culebras. La noche anterior mataron una en la puerta de la casa y, asegura, era de las venenosas. La exhiben como trofeo sobre un palo de caña.

Hay neblina. Casi no se ve la senda pese a que el cielo, debido a la oscuridad, se ve estrellado. Solo la linterna del celular de Dayana alumbra el camino lodoso. Ella no tiene problema, va saltando los charcos con sus botas. En eso cuenta que su materia favorita es inglés. Y que cuando sea grande quiere ser una policía. Su madre confía en que en el colegio desarrollará las habilidades para cumplir con su anhelado objetivo.

En Colestambo, una comunidad de 21 habitantes donde -en su mayoría- la gente se dedica a la agricultura (como Fanny), solo hay una escuela rural. No hay colegios. El más cercano está en Sigchos. Cuando Dayana terminó la primaria, dejó de cruzar la calle de su casa para acceder a la educación. Hoy enfrenta un duro y largo camino para conseguirlo.

Hay otros jóvenes de la comunidad que van a la misma institución educativa. Pero sus padres han decidido enviarlos al pueblo para que estén cerca. Por eso, la niña es la única que recorre los caminos oscuros en la madrugada. A veces, como en este lunes, encuentra animales que la acompañan, como una rana que salta a su bota.

ESCUELA RURAL 2
Bodega. Una escuela que fue cerrada en Sivicusig se ha convertido en un botadero de basura.ÁNGELO CHAMBA / EXPRESO

No siempre son amigables. También se han cruzado por delante de ella zorros y hasta culebras venenosas.

— ¿Qué haces cuando ves una serpiente?, le preguntamos a la niña, quien lleva en su espalda una mochilita.

— “Cojo una piedra y le doy en la cabeza”. Lo dice con una naturalidad que asusta.

Han pasado 30 minutos. Las piedras taladran las suelas. Ya no hace tanto frío, o quizás el cuerpo se ha calentado por el ejercicio. “Ya vamos por la mitad del camino”, dice Dayana. [Seguramente conoce muy bien el trayecto, porque aún no aclara y no se ve nada].

Ha cruzado charcos de lodo, atravesado quebradas que parecen no tener fondo. Ha escalado pendientes. Y el tiempo sigue sin detenerse.

A las 05:20, cuando Dayana llega a la vía principal que conecta Las Pampas con Sigchos, pasa el bus Reina que la llevará al pueblo, a su colegio. Se sube y de fondo suena una canción de Cecy Narváez. Se queda dormida hasta que su madre la despierta al escuchar al controlador anunciando la última parada: la terminal terrestre.

Corre a la casa de su tía, donde tiene su uniforme -no lo lleva puesto porque es un vestido, a veces llueve y es preferible no arriesgarse a saltar con él todos los charcos- y enseguida sale. Una prima suya la acompaña hasta la entrada del colegio. Y cuando son 06:50 cruza la puerta y se despide.

A las 14:00 estará el mismo bus para llevarla de vuelta. El mismo trayecto.

Como Dayana, cada día muchos niños y adolescentes deben enfrentarse a caminos fríos y desolados para acceder a la educación. Algunos, aún siendo muy pequeños, han tenido que separarse de sus padres para poder recibir clases. Y los han enviado al pueblo. El Gobierno ha dispuesto que este año se reabran alrededor de 1.000 escuelas rurales que fueron cerradas tras la construcción de las Unidades Educativas del milenio.

Se hará una inversión de 70 millones de dólares. Cotopaxi es una de las provincias donde se llevará a cabo este proyecto. Para eso hay cuatro pasos que seguir, según el viceministro de Gestión Educativa, Francisco Cevallos: validación de territorio, criterio de elegibilidad y factibilidad, implementación y seguimiento.