Cerrar la brecha de genero educativa

Aishetu Mahmoudu Hama, una muchacha de Níger, nunca estuvo segura de si podría terminar la escuela primaria, por todos los obstáculos que tuvo que enfrentar. Pero Aishetu perseveró, y ahora, a los 23 años, estudia en la universidad. Sabe que sin educación sus únicas opciones serían probablemente cuidar animales, labrar la tierra, casarse y tener muchos hijos. Sencillamente, no tendría oportunidad de hacer otras cosas. Como las maestras que la inspiraron para aprender, Aishetu quiere ser un modelo de rol para otras chicas menores que ella, incluidas sus hermanas. Espera que su historia las motive a terminar la escuela. Aunque la cantidad de niñas que no van a la escuela se redujo un 40 % desde 2000, todavía son 130 millones. Según un estudio publicado en 2015 por el Foro Económico Mundial, “pese a que hay más mujeres que hombres matriculadas en la universidad en 97 países, estas solo representan la mayoría de los trabajadores cualificados en 68 países y la mayoría de líderes en cuatro”. Divergencias de género como estas son un importante problema generacional para las empresas, grandes o pequeñas, que en todo el mundo ya tienen problemas para hallar suficiente personal cualificado para sus cada vez más automatizados procesos de trabajo. El año pasado, la Comisión Internacional sobre la Financiación de Oportunidades para la Educación Mundial informó que casi el 40 % de los empleadores tienen dificultades para encontrar trabajadores con las habilidades adecuadas.

Una investigación muestra que si todas las mujeres en edad de tener hijos terminaran la escuela secundaria, cada año se evitarían unas 350.000 muertes de niños de hasta cinco años. En muchos países, la educación de las niñas no se considera importante, porque se espera que trabajen solamente en casa o en la granja familiar. El matrimonio infantil, el abuso sexual, la falta de instalaciones sanitarias para las niñas menstruantes y las crisis humanitarias son solo algunos de los factores que hacen que terminar la escuela sea más difícil para las niñas en comparación con los niños. A lo que se suman problemas como los aranceles y las dificultades de traslado, sobre todo en áreas remotas. Incluso eliminando estos obstáculos culturales, políticos y geográficos, los países más ricos tendrán que comprometer muchos más recursos a la educación de las niñas en las economías en desarrollo que lo que ha sido hasta ahora. En los últimos quince años, la Alianza Mundial para la Educación ha sido uno de los principales catalizadores de la educación de las niñas. Gracias a la financiación provista por la AME, entre 2002 y 2014 hubo 38 millones más de niñas inscritas en la escuela primaria en países en desarrollo. Para continuar ese progreso, la AME está organizando con los gobiernos de Senegal y de Francia un congreso de donantes, que tendrá lugar el 8 de febrero de 2018 en Dakar. Llamamos a los donantes de todo el mundo a ayudarnos a alcanzar dos mil millones de dólares anuales en 2020. Con fondos suficientes, la AME podrá colaborar con la educación de 870 millones de niños en más de 80 países, y ayudar a los países en desarrollo a crear sistemas educativos que den a niñas como Aishetu la oportunidad de hacer realidad su potencial. Las niñas y mujeres empoderadas por la educación pueden crear un mundo mejor (y ya lo están haciendo). Invertir en su potencial es una apuesta segura.