Las casas colectivas y Pruitt-Igoe
En 1977 Charles Jencks en su libro El lenguaje de la arquitectura posmoderna determinaba que la defunción de la Arquitectura Moderna había sucedido aproximadamente a las 3:32 de la tarde del 15 de julio de 1972 en la ciudad de St. Louis, Missouri, luego de caer dinamitados varios bloques del conjunto de departamentos Pruitt-Igoe, que habían sido diseñados por el arquitecto japonés Minoru Yamasaki, veinte años antes. Estos edificios que en su momento habían sido elogiados por seguir fielmente los principios de los CIAM (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna), habían terminado condenados a su destrucción al establecer que tenían un índice de criminalidad superior al de otras urbanizaciones.
Hace pocos meses, con argumentos semejantes, el director del IESS establecía que las casas colectivas de la calle Gómez Rendón debían ser demolidas. Días atrás, el gobernador de la provincia, Julio César Quiñónez, indicaba que el lugar se había convertido “...en un foco de inseguridad e insalubridad” y que, por tanto, era inhabitable. En ambos casos, el Pruitt-Igoe y las casas colectivas, se parte de la concepción de que la delincuencia y la inseguridad han determinado el deterioro del entorno, cuando se ha demostrado que el delito aumenta en aquellos lugares donde son mayores el abandono, la suciedad y el desorden, tal como lo estableció un estudio realizado en los 70’s por la californiana Universidad de Stanford.
Pocos conocen que las casas colectivas fueron el primer complejo multifamiliar de la ciudad, diseñado y construido entre 1945 y 1950 por el guayaquileño Héctor Martínez Torres, tomando como referencia ejemplos similares que había visto en Londres, donde realizó estudios de posgrado, luego de titularse como primer arquitecto y segundo ingeniero de la ciudad. Es decir que debe ser considerado un bien patrimonial de Guayaquil.
Si este argumento no es suficiente habría que añadir que hay una inversión económica importante que fue realizada en su momento por el Estado, que se pretendería destruir para volverla a rehacer. El ejemplo de Pruitt-Igoe no es evidentemente el mejor.
colaboradores@granasa.com.ec