Homenaje. Cientos de ciudadanos fueron a la iglesia de La Dolorosa del colegio San Gabriel para presentar sus notas de pesar a los familiares de Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra.

El adios de todo un pueblo

La capilla ardiente en la iglesia de La Dolorosa se mantendrá hasta las 10:30 de este día. Paúl, Javier y Efraín fueron asesinados a inicios de abril en Colombia.

“La muerte no es sino el regreso a casa”, se leía en notas dispuestas en el centro de tres coronas gigantes elaboradas con rosas, lirios y crisantemos de color blanco.

El mensaje fue enviado por el presidente Lenín Moreno. Las ofrendas fueron dispuestas en las gradas de acceso al altar de la iglesia La Dolorosa del Colegio San Gabriel de Quito.

Los arreglos fueron parte de cientos de ramos grandes y pequeños que ayer, a las 11:00, precedieron el arribo de los féretros de Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra, a los pies de la imagen de la Virgen Dolorosa.

Con intervalos de un minuto ingresaron a la iglesia en medio de aplausos y lágrimas de decenas de ciudadanos que habían seguido la historia del secuestro y su fatal desenlace a través de reportajes de televisión y notas de prensa.

Pasaron por una calle de honor formada por estudiantes de Comunicación de la Universidad Central, que portaban pancartas con sus nombres. Un centenar de ellos arengaron la consigna “Si nos callamos los olvidamos”.

Victoria Poveda, de ocho años, es una de los cientos de asistentes al velorio. Desde el 26 de marzo siguió a diario las noticias del secuestro, con las respectivas explicaciones que le daba su madre Mónica Benavides. Le conmovió el anuncio de la muerte del equipo de diario El Comercio difundido el pasado 13 de abril. Pero cuando conoció de la recuperación de los cuerpos en Tumaco, Colombia, la semana anterior y su retorno al país el miércoles, quiso estar presente.

Las clases que aún no habían concluido se lo impidieron, pero consiguió que Mónica la lleve a la iglesia. Quería que alguno de los familiares reciba su impresión del equipo periodístico.

Escogió a Ricardo Rivas. En una hoja de cuaderno sin líneas dibujó a Paúl con un pájaro sobre su cabeza, a Efraín rodeado de los perros abandonados que recogía en la calle y a Javier sentado en el puerto de San Lorenzo. Victoria, a su corta edad, lloraba desconsolada como si hubiese perdido a tres familiares cercanos.

Su dibujo se colocó sobre el ataúd del centro, el que albergaba los restos de Paúl, sobre un arreglo de rosas blancas y su foto sonriente. Del lado derecho estaba Efraín Segarra, que lucía un rosario sobre su fotografía, y del lado izquierdo Javier Ortega, que había ingresado a la capilla sobre los hombros de su padre, hermano mayor y familiares.

En el segundo día de honras fúnebres a los integrantes del equipo periodístico, las muestras de solidaridad siguieron repartidas entre abrazos, apretones de manos y palabras de aliento.

Cristian Segarra sabe que hoy, cuando despida a su padre al mediodía, quizás viva los momentos más difíciles del duelo. Se quedó con un sentimiento de culpa por los instantes que ya no podrá pasar con él. El hallazgo de sus restos le dio un poco de alivio. Dice que en honor a su progenitor nunca dejará de ser periodista.

Ricardo Rivas, hermano de Paúl, no descansará hasta que se conozca el real motivo de su secuestro y posterior asesinato. Yadira Aguagallo imaginaba que Paúl volvía y estaba dispuesta a esperarlo el tiempo que le tome: meses o años. Álex Ortega tampoco desmayará hasta que las autoridades digan qué fue lo que le ocurrió a Javier.

Hubo varias muestras de solidaridad

El asesinato de Paúl, Javier y Efraín despertó muestras de solidaridad de distintos sectores.

Hasta la capilla ardiente levantada en la iglesia de La Dolorosa llegaron familiares de personas desaparecidas.

Querían agradecer a Paúl por visibilizar el problema en un reportaje gráfico que será mostrado el próximo 25 de agosto.

También estuvieron los parientes de Óscar Villacís y Kathy Velasco, secuestrados el 12 de abril y de quienes no hay noticias. María Gómez, madre de Óscar, rogó que no se abandone su búsqueda.

Las muestras de solidaridad continuaron la tarde y noche de ayer. Colegios, universidades, instituciones públicas y privadas también se hicieron presentes. A ellos se sumó el Municipio de Guayaquil, que envió una ofrenda con los colores de la bandera de la ciudad.