Imaginen por un momento que su superhéroe favorito, aquel que siempre luchó por el bien, de repente tiene todo el poder del mundo en sus manos. Al principio, todo parece ir bien, pero poco a poco eso cambiará. Ya no será el héroe que conocíamos. Ahora decide por todos, y aquellos que se opongan serán considerados enemigos. ¿Les suena familiar? La historia real está repleta de líderes que, seducidos por el poder total, terminaron convirtiéndose en villanos.

En ocasiones los pueblos se dejan convencer por un líder que parece héroe, que promete ser la voz de los pobres, que dice que luchará contra los poderosos y opresores. Suena genial, ¿verdad? Pero, ¿qué pasa cuando ese líder, en nombre del “pueblo”, empieza a tomar decisiones sin consultar a nadie? ¿Qué sucede cuando el dinero se agota y ya no puede seguir regalando el dinero público? El populismo, aunque atractivo, es una puerta que si la abrimos se convierte en una trampa que nos llevará a la miseria.

El nazismo, quizás lejano para algunos, nos enseña cómo una ideología, respaldada por un poder absoluto, puede llevar a la humanidad a sus momentos más oscuros. Hitler, con su promesa de la grandeza alemana, desencadenó una serie de eventos que aún duelen en nuestra memoria colectiva. Igual que los genocidios de Stalin en Rusia. O cómo Fidel Castro destruyó Cuba. Chávez y Maduro con su poder total convirtieron Venezuela en un país invivible. 

¿Y Correa? Me preguntarán. Rafael Correa también tuvo todos los poderes e hizo muchas cosas buenas durante sus primeros años de gobierno, pero con el tiempo el dinero del petróleo empezó a faltar y el poder lo embriagó, abusó de él y se rodeó de corrupción. Eso a los ecuatorianos no nos gustó y por eso fue rechazado en una consulta popular. Desgraciadamente, Guillermo Lasso, con su gobierno fallido, se encargó de reactivarlo. Su partido ganó las seccionales, tiene mayoría en el Consejo de Participación Ciudadana, se ha tomado el Consejo de la Judicatura y su candidata ganó la primera vuelta presidencial. Esto significa que está a punto de tener nuevamente todos los poderes del estado, pero esta vez para quedarse para siempre.

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¿Qué ocurre cuando un líder tiene todos los poderes? Se corrompe. Ese poder también lo aísla. Solo escucha a sus “Yes-man” que le impiden ver la realidad. Esos líderes, con todos los poderes, generalmente se olvidan del pueblo que los eligió, dejan de rendir cuentas porque nadie los controla y empiezan a creerse dueños absolutos de la razón y la verdad. Si alguien los cuestiona, será silenciado.

La historia nos ha mostrado que, independientemente de la ideología o la buena intención, cualquier líder puede caer en la trampa del poder absoluto. La vigilancia ciudadana y el balance de poderes son esenciales para mantener a nuestros gobernantes en el camino correcto. Un grupo político que controle el gobierno, la asamblea, la justicia y las principales ciudades del país, es muy peligroso. Como sociedad, debemos estar alertas, cuestionando, participando y, sobre todo, recordando que aunque supuestos héroes nos juren en el oído que son de manos limpias, con el tiempo serán villanos y solo escucharemos el tintineo de las esposas en sus manos ensuciadas.

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